Friday, February 23, 2007

negro, Martin


Manos palpando el nombre, Martín, la humedad relativa en el aire, su fórmula en que cae según el viento, la forma de la piel en el pasadizo de la cama. La niebla en el sueño. La niebla en el agua. La niebla en el nombre, Martín.

un globo rojo

el mar negro
en sus manos
brillaba como un pez
una batalla, un globo rojo.
Pero ni siquiera así
sus aromas o tormentas se me pegaban a la piel.
Lo que quedaba entre las paredes de los cuartos
era el cuerpo, las astillas de humedad
plegada entre las sábanas, un viento hecho pedazos,
la botella de blanco vacía, la boca roja en una copa.
Oxidado como el fuselaje de un avión viejo
viaja la memoria nadando, casi sin aire,
submarina en mi pileta.
A veces se viste de negro
a veces brilla como un pez
una batalla,
un globo rojo.

Mafia

Un beso en la sábana, atrás de la almohada. Caramelos encima de las manos, rodando. Verdes, azules, lilas, su nombre, verdes, azules, lilas y de nuevo su nombre. Tickets electrónicos entre las páginas del libro de la Historia. Aeroparque ocho treinta, seis de abril A.M. Antes de los pies desnudando azulejos, el frío de la ventana abierta que trae los once pisos de a uno, sus metros y el horizonte como una esponja mordiéndome los ojos. Un beso en la boca riendo mientras el día que llega trae amantes a la memoria, el pelo agitado en el almohadón chino y las raíces de tus labios tejiendo pieles salvajes en mis pies. Los vuelos, el vuelo, vuelo contra la niebla electrónica en el canal de la TV, y yo que abro los sobres de la plata para desparramar el calor en la playa como una frazada, la luz, luces, las luces. Cuando vuelva de mi ciudad nueva, con las flores llenas de manos y un río negro pegado en la espalda, ahí sí, abiertos los dedos de la mano que toma como un libro lleno de polvo, como un regalo de luces, la boca en la madrugada, un rayo, cuando vuelva, sí, cuando vuelva si, cuando vuelva, sí. El cuerpo en el espejo no se siente ni en el olfato de los caballos en la noche. El cuerpo en el campo no se ve ni en la vista de los caballos en la noche. El cuerpo en el espejo, no. Perlas rojas, aguachentas y pegajosas en la punta de los dedos, rodando como caramelos. Una hora para el check in y los aviones, lejos, se aprestan a salir. Los aviones que le pasan por encima tirándose en ruinas contra las luces. El faro en la palma de la mano, en una brasa quemando los tres minutos en que se termina la noche. Mi mafia que queda en la cama, como la humedad, un sueño, el fuselaje de un avión estrellado.