Monday, July 27, 2009

Décima clase – el tiempo de volver


I
“Nunca hizo tanto frío”, dice el capitán mientras quita las defensas.

El viento helado del noroeste cruza al barco apenas asoma el cuerpo al Río de la Plata.

II
La niebla emplumada desaparece camino a Uruguay,

cortada como papel picado por el frío.

En el camino encuentra y besa los monstruos metálicos que traen animales chinos congelados.

Besa también las señales del mal y el único camino posible para escapar de la ciudad por el agua.

Alguna vez hay que aprender ese camino.

III
El viento de popa lleva a Matilde en dirección al mar,
Un lugar donde hace mucho que no está.

Luis dice que con ese viento vamos a tardar tres veces más en la vuelta que en la ida.

Esa cuenta es la que va a marcar los límites de la navegación. Pero aún sabiendo el tiempo exacto que vamos a tardar en volver al puerto, no se sabe todavía nada sobre cómo va a ser el camino.

A veces se toma mucho más tiempo en el camino de regreso al lugar del que uno partió.


IV
Cuando las aguas del río bajan,
arrastran barro, mugre, plantas,

basura.

Contra todo eso va Matilde

Contra todo eso trabaja la tripulación

Contra todo eso es el camino

Contra todo eso uno aprende a navegar

Wednesday, July 22, 2009

Novena clase – la niebla y los puertos


I
A las tres de la mañana de la noche, el amigo de un amigo, me dice que una de las sensaciones más lindas de la navegación es llegar por primera vez a un puerto.

Hay veces que uno le cree a un desconocido.

II
A las ocho menos cinco de la mañana de un sábado tormentoso y a la vera de una estación de tren no se puede saber nada sobre el futuro en el agua.

III
El capitán preferiría ir a Quilmes otro día, el viento sopla en contra; Javier cree íntimamente que es un día para seguir aprendiendo a virar en una de las boyas que están frente a Olivos o San Isidro, se acostó a las seis de la mañana; el profesor debe estar antes de que llegue la noche de vuelta en el puerto, una celebración lo espera; Guido sabe que el puerto de llegada está muy lejos y entre la bruma, yo necesito horas de la tarde frente a mi computadora, tengo que escribir unos billetes en Word.

Nadie escribe solo el nombre del viaje en la carta de navegación.

IV
Las boyas cardinales solo te indican por dónde dejarlas.

V
En el puerto de Quilmes, un grupo de hombres hace correr carreras a sus pequeños veleros dirigidos a control remoto.

Las maniobras, las dificultades, el ansia y las reglas del viento son las mismas que para los grandes barcos.

Es extraño ver en miniatura la representación exacta de la realidad. Es extraño ver el dominio a control remoto.

VI
Para conseguir nafta hay que ir hasta la ciudad, pero está prohibido subir a un colectivo ni a un taxi con un bidón lleno.

“Para trasladar nafta, uno debería caminar”, dice el hombre de la secretaría del puerto de Quilmes.

VII
La bruma hace desaparecer la costa, los barcos, las boyas y el horizonte.

cuando no queda nada, todo se ve más lindo.

VIII
Las valizas que señalan peligro se iluminan de una manera distinta que las boyas que marcan el canal.

Todas esas luces sirven para saber por donde ir.

IX
Entra la niebla, la noche y la lluvia hay que pasar muy cerca para ver las señales de peligro. Solo buscando esas señales se puede navegar tranquilo.

Sunday, July 12, 2009

octava clase - viento en contra



Hay que imaginar esto: el viento sopla exactamente desde el punto al que debemos llegar.

Eso hace que Matilde vaya en cada rumbo, con la proa hacia la Catedral de San Isidro, durante una hora, sin acercarse a destino.

Eso hace que casi todos los barcos que navegan el Río de la Plata prendan el motor y bajen las velas. Cuando las condiciones son adversas, todos quieren volver pronto a casa.

Hay que imaginar esto: el agua baja, arrastrando ramas, basura y la masa de agua desde el punto al que debemos llegar hacía el mar.

Eso hace que Matilde vaya contra la corriente, con el cuerpo de través a la marea y las olas besando su casco como si lo cachetearan.

Eso hace que las manos se congelen al sumergirse en el viento helado, el agua dulce y la sed. Lo que duele no es el frío, lo que duele es el agua.

Con el viento y el agua en contra, el barco parece tener siempre en el horizonte la fé. En ese momento se pueden bajar las velas y prender el motor fuera de borda. En ese momento se puede querer volver a casa. O no. Siempre se puede hacer algo distinto. Siempre se puede navegar.

Sunday, July 05, 2009

Séptima clase – amarinar


La virada hace caer platos, ollas y cubiertos en la cabina.

Esteban baja y en su explicación a futuro, dice: “siempre antes de la maniobra hay que amarinar bien todo”

El diccionario explica: “Trabajo que realiza una tripulación para poner en condiciones de navegación un buque abandonado. En general, dejar un buque listo para hacerse a la mar. Atar o colocar en firme los objetos de un barco para evitar que caigan por el movimiento de la embarcación”

Aunque la tercera acepción sea la correcta en este caso, la verdadera lección,
no es sino la primera, la forma en que esta palabra guarda su significado más bello.

Una tripulación, que no son más que los que se suben a un mismo barco, trabajando, en conjunto, para que vuelva a ser útil, para que recupere su forma algo que otros han abandonado.

Luego la discusión gira alrededor de por qué no se hacen más barcos de madera. “Porque son más baratos, porque nacen ya descartables, porque la que determina los materiales y los diseños siempre es la competición”, dice el Capitán.

Aunque Matilde, el Cadete de 1950 en que cruzamos en Río de la Plata haya sido un barco de competición, es ya abandonado para las carreras en que muestra su belleza, el diseño intuitivo y escultural de su casco, la aerodinámica de su cubierta.

Mientras a los nuevos veleros, erguidos sobre el agua, las olas los golpean como Alí, y solo los sostiene su vida efímera y su cuerpo de atleta juvenil, al cadete las olas lo pasan por arriba, limpiándole la mugre, el tiempo, las marcas del trabajo de los hombres.

Solo hay que amarinar todo para que el agua no se lleve también las palabras, las herramientas, las fuerzas y los deseos de la tripulación.