Tuesday, September 19, 2006

un pedazo de poema

5
beber a las siete en espera

salvaje tu recreo en el msn, buscando hacer un hijo
criar un jazmín escribir un correo no deseado

mientras

llueve sobre la pantalla desprotegida
y todo el amor que te dijeron,
cabe en el 28 de tu Trash Can.

Monday, September 18, 2006


No

colage desde un radar


Siempre hay una palabra para esconder la boca, el juego
Ligeramente erótico tal vez noctámbulo errante y sigiloso
Al encontrar una frase deletreada y freezada en un rayo digital
Hermoso con el asunto no subject negro
Y el cc vacio y un mar destinatario del agua y de la sal

Wednesday, September 06, 2006

serie pedazos de poemas - la ninfa

2
su rio interno, el pliegue rojo prendido
fuego tapado en espuma, el yodo, la doble destilación
en la yema de los labios, la fractura del ardor,
las partes perdidas del día
la creciente del agua en los pétalos de mi respiración , su luna la orilla
hasta el sábado solo, hasta el metro setenta y cuatro desnudo
hasta enero, hasta el 2046, hasta el fin de la botella
hasta la ninfa blanca doblando la ropa de tu pecho desnudo.

3
diez y media en el timer del ordenador
la máquina del tiempo congela su boca la palabra tibia
enfrascada como un avión en un hangar
como el disfraz en el suelo
helado como una enredadera
trepadora, seca. Diez y medio cuerpo desnudo
rastreando la boca en la herida.
entre las sábanas celestes sus astros. Entre los dientes
el aliento desnudo como el alambre en el campo.
Media noche flotando en la pileta
Con el ticket del viaje en la mano
transparente del agua dulce
Y su destino borrado por el cloro.

Tuesday, September 05, 2006

beber, beber, beber...

ALQUIMIA
Tato Giovannoni
Martín Auzmendi

Un oriente no tan lejano

Oriente no está tan lejos. Buscando un puerto nuevo y exótico donde combatir nuestra sed, llegamos hasta Green Bamboo. En su barra roja descubrimos tres cócteles que abrieron la noche y nuevas rutas para viajar hacia las tierras del sol naciente.

La tarde se oscurecía, el cielo tajeado por un rojo luminoso anunciaba una noche clara y fresca. Como dos navegantes atravesamos las calles de Palermo buscando sabores orientales. En la esquina de Costa Rica y Carranza, encontramos el nombre de nuestro puerto de llegada: Green Bamboo. La barra sirvió como cabecera de playa para nuestro desembarco. La sed estaba arrasando nuestros cuerpos luego de una jornada extensa. Aún no sabíamos que íbamos a comer, pero sí, que íbamos a beber. Para buscar inspiración nos pusimos a hablar con el bartender. El nos contó que el lugar nació en el año 1999, en principio asociado a la embajada vietnamita quien aportó las primeras mujeres que se encargaron de la cocina. Mientras ellas cocinaban, los hombres de la diplomacia jugaban a las cartas. Ellas fueron formando a sus sucesores en los fuegos. El encargado de la barra es Peter Van den Bossche, así el nombre con el que llegó de Bélgica. La pintura y la coctelería son sus pasiones. Alguno de los cuadros de motivos orientales que dan vida a las paredes del lugar nacieron de sus manos. Con la misma destreza e inspiración con que combina colores y texturas en sus obras, diariamente crea cócteles para quienes se acercan hasta su barra. Para abrir la noche nos recomendó el Sake Pepin.

Sake Pepin. Enfriamos una copa cóctel colocándole hielos y un poco de agua. En una coctelera maceramos rodajas de pepino y el jugo de media lima con el palote de un mortero. Luego agregamos hielos duros y grandes y vertemos 4/10 de Vodka Skyy y un 1/10 de Martini Bianco. Cerramos la coctelera y la agitamos con movimientos enérgicos. En cuanto esta está empañada, vaciamos la copa cóctel ya fría y volcamos el contenido de la coctelera colándolo.

La frescura del agua que Peter hizo brotar del pepino unido a la vodka y la dulzura del Martini Bianco refrescaron nuestros cuerpos. En el tiempo en que vaciamos nuestras copas olvidamos todo lo que habíamos hecho en el día. Ya estábamos sumergidos en otro mundo. Navegábamos la noche y nuestro mascarón de proa miraba hacia las costas del Lejano Oriente. Sobre la barra roja y negra habitaban dragones, pájaros extraños y coloridos, budas, un tigre de bengala y se abría entre todos estos seres, nuestra sed pidiendo una segunda vuelta. Sin que lleguemos a preguntar, las manos de Peter posaron dos copas cóctel brillando en un rojo carmesí. Al beber sentimos el sabor amargo y fresco inconfundible del Campari. Aunque también había un dulzor atractivo. Era jugo de Cranberry al que además había sumado vodka Skyy. ¿El nombre? Red Passion.

Red Passion. Enfriamos una copa cóctel llenándola con hielo. En una coctelera colocamos hielos, 2/10 de Vodka Skyy, 3/10 de Campari y 5/10 de jugo de Cranberry. Exprimimos media lima y agregamos un dash (una cucharada grande) de almíbar. Batimos y servimos en la copa sin dejar caer los hielos.

Bebiendo, comenzamos a armar los planes para nuestro viaje oriental. Ambos habíamos leído la novela ‘The Quiet American’ (El americano impasible) de Graham Greene y la película Apocalipsis Now, las dos historias situadas en el corazón de Vietnam, hablamos sobre el sueño mutuo de visitar Saigón y luego de terminar nuestro cóctel nos descubrimos dragones en el horóscopo chino. La noche recién comenzaba y necesitábamos algo más. Desde la cocina brotó un plato exquisito: un pulpo marinado acompañado de una salsa picante. Para apagar el fuego Peter sacó un as de la manga: el Gancia maracuyá frozen.

El Gancia maracuyá frozen . En la licuadora combinamos la pulpa de un fruto de maracuyá, una cucharada grande de azúcar, 2/10 de vodka Skyy, 3/10 de Gancia y un pedazo de jengibre del tamaño de un dado. Colocamos abundante hielo para que se logre una consistencia espesa (frozen). Servimos en copas de margarita.

La barra de Green Bamboo se fue transformando en el puerto de partida de nuestro viaje nocturno. Vietnam brillaba en el horizonte como un ave exótica. El hambre se desplegaba en nuestros cuerpos. Un dragón parecía emprender vuelo desde una de las paredes. Saludamos y dejamos el lugar. Ya en la vereda, Oriente volvió a ser un lugar extraño y lejano, aunque en nuestros cuerpos se iluminaba el camino para llegar a él.

beber en Buenos Aires

ALQUIMIA
Martín Auzmendi, Tato Giovannoni

Cócteles glamorosos

Buenos Aires esconde secretos, refugios, placeres. Dos cócteles prendieron el fuego de la noche en 647, un nuevo espacio glamoroso, que late en el corazón de San Telmo.

Tacuarí 647, era el único dato que tenía. Aquí me encontraría con Renato Giovannoni, bartender, más conocido como Tato. Frente a una puerta negra metálica, con el 6 el 4 y el 7 dorados identificando el lugar, fui recibido por unos hombres de negro. La mención de mi nombre despejó la entrada. Tenía ante mí un territorio glamoroso: paredes negras y rojas; mesas rodeadas por sillones en semicírculo; arañas vintage de cristal bañando de luz tenue las mesas y una cava vidriada, separando dos barras también, rojas y brillantes. Ahí apoyados, Tato me contó que el lugar es el sueño de dos británicos, Nick Hargreaves, empresario, y Terry Walshe, cineasta, que acostumbrados a su vida en Londres, Nueva York, Sydney, Ibiza y Río de Janeiro, decidieron crear un espacio exclusivo, un club privado al que se accede por membresía, ambientado al estilo de Shangai de los años 40, recreando en el hemisferio Sur la sofisticación del Londres que vivieron en los años ‘80. Entre los diferentes salones y el black room -sala para los miembros más exclusivos- emerge la barra, de la que surgen solo quince cócteles -creaciones originales-, que se ofrecen como perlas de un collar que se renueva periódicamente, a partir de la imaginación de Tato, el bar manager del lugar.

Para entrar en clima, Tato ofreció Martinis. Este cóctel mítico hunde sus raíces en diversas historias que explican su origen. La más firme ubica su nacimiento en un bar cercano al pueblo de Martínez en California, al que debería su nombre tras el cambio de las dos últimas letras por una i. Su receta, esa que todo bartender desearía haber creado, es una combinación de Gin, Vermouth seco y una aceituna, todo enfriado y servido sin hielo en una copa cóctel, con su inconfundible forma de V, sobre un pie de cristal. A partir de esa combinación de tres elementos, las recetas se han multiplicado sin frontera. En su versión, la Número 3,Tato eligió cambiar las notas aromáticas y especiadas del Gin por la Vodka. El sabor se haría más neutro, destacando la sedosidad y el vigor francés de la vodka elegida: Grey Goose. Sobre la pureza alcohólica, resaltaba el perfume del Martini dry; en el fondo, una oliva negra.

NUMERO 3
En un vaso de composición, con abundante hielo en su interior, combinar 9 partes de Vodka Grey Goose y 1 parte de Martini dry. Revolver durante unos segundos y servir el líquido, colándolo (para evitar que los hielos caigan en la copa) en una copa cóctel, previamente enfriada. Para terminar, sumergir 1 oliva negra.

Para cambiar el color de la noche, el desafío a nuestros cuerpos fue un cóctel que Tato llamó Maiko blush. El nombre tiene su origen en el rubor de las geishas, quienes antes de ser consagradas como tales, son nombradas maiko. El color en las copas repite el de las mejillas de esas damas japonesas, tal vez por eso, para contrarrestar tanto ardor, esta vez la preparación sería batida en una coctelera de un plateado inmaculado.

MAIKO BLUSH
En una coctelera con hielo se agregan 4 partes de Vodka Skyy, 3 partes de Dubonnet rouge, vermouth francés, y por último, 3 partes de jugo de ciruela. Se bate con movimiento violento, hasta que la coctelera empañe el metal y se sirve, colándolo, en una copa cóctel previamente enfriada con hielo. Para coronar la obra, en ese momento se sumerge la amarena, dejándola caer hasta el fondo de la copa.

Beber este cóctel con reminiscencias de geisha sacudió mi cuerpo. Una combinación fresca, potente y especiada. La noche se fue abriendo como un mapa sobre la barra roja del lugar. Nuestras copas vacías anunciaban las primeras llamas encendidas en el cuerpo. El fuego estaba en nuestras manos. Solo la noche podría apagarlo.