Tuesday, September 05, 2006

beber, beber, beber...

ALQUIMIA
Tato Giovannoni
Martín Auzmendi

Un oriente no tan lejano

Oriente no está tan lejos. Buscando un puerto nuevo y exótico donde combatir nuestra sed, llegamos hasta Green Bamboo. En su barra roja descubrimos tres cócteles que abrieron la noche y nuevas rutas para viajar hacia las tierras del sol naciente.

La tarde se oscurecía, el cielo tajeado por un rojo luminoso anunciaba una noche clara y fresca. Como dos navegantes atravesamos las calles de Palermo buscando sabores orientales. En la esquina de Costa Rica y Carranza, encontramos el nombre de nuestro puerto de llegada: Green Bamboo. La barra sirvió como cabecera de playa para nuestro desembarco. La sed estaba arrasando nuestros cuerpos luego de una jornada extensa. Aún no sabíamos que íbamos a comer, pero sí, que íbamos a beber. Para buscar inspiración nos pusimos a hablar con el bartender. El nos contó que el lugar nació en el año 1999, en principio asociado a la embajada vietnamita quien aportó las primeras mujeres que se encargaron de la cocina. Mientras ellas cocinaban, los hombres de la diplomacia jugaban a las cartas. Ellas fueron formando a sus sucesores en los fuegos. El encargado de la barra es Peter Van den Bossche, así el nombre con el que llegó de Bélgica. La pintura y la coctelería son sus pasiones. Alguno de los cuadros de motivos orientales que dan vida a las paredes del lugar nacieron de sus manos. Con la misma destreza e inspiración con que combina colores y texturas en sus obras, diariamente crea cócteles para quienes se acercan hasta su barra. Para abrir la noche nos recomendó el Sake Pepin.

Sake Pepin. Enfriamos una copa cóctel colocándole hielos y un poco de agua. En una coctelera maceramos rodajas de pepino y el jugo de media lima con el palote de un mortero. Luego agregamos hielos duros y grandes y vertemos 4/10 de Vodka Skyy y un 1/10 de Martini Bianco. Cerramos la coctelera y la agitamos con movimientos enérgicos. En cuanto esta está empañada, vaciamos la copa cóctel ya fría y volcamos el contenido de la coctelera colándolo.

La frescura del agua que Peter hizo brotar del pepino unido a la vodka y la dulzura del Martini Bianco refrescaron nuestros cuerpos. En el tiempo en que vaciamos nuestras copas olvidamos todo lo que habíamos hecho en el día. Ya estábamos sumergidos en otro mundo. Navegábamos la noche y nuestro mascarón de proa miraba hacia las costas del Lejano Oriente. Sobre la barra roja y negra habitaban dragones, pájaros extraños y coloridos, budas, un tigre de bengala y se abría entre todos estos seres, nuestra sed pidiendo una segunda vuelta. Sin que lleguemos a preguntar, las manos de Peter posaron dos copas cóctel brillando en un rojo carmesí. Al beber sentimos el sabor amargo y fresco inconfundible del Campari. Aunque también había un dulzor atractivo. Era jugo de Cranberry al que además había sumado vodka Skyy. ¿El nombre? Red Passion.

Red Passion. Enfriamos una copa cóctel llenándola con hielo. En una coctelera colocamos hielos, 2/10 de Vodka Skyy, 3/10 de Campari y 5/10 de jugo de Cranberry. Exprimimos media lima y agregamos un dash (una cucharada grande) de almíbar. Batimos y servimos en la copa sin dejar caer los hielos.

Bebiendo, comenzamos a armar los planes para nuestro viaje oriental. Ambos habíamos leído la novela ‘The Quiet American’ (El americano impasible) de Graham Greene y la película Apocalipsis Now, las dos historias situadas en el corazón de Vietnam, hablamos sobre el sueño mutuo de visitar Saigón y luego de terminar nuestro cóctel nos descubrimos dragones en el horóscopo chino. La noche recién comenzaba y necesitábamos algo más. Desde la cocina brotó un plato exquisito: un pulpo marinado acompañado de una salsa picante. Para apagar el fuego Peter sacó un as de la manga: el Gancia maracuyá frozen.

El Gancia maracuyá frozen . En la licuadora combinamos la pulpa de un fruto de maracuyá, una cucharada grande de azúcar, 2/10 de vodka Skyy, 3/10 de Gancia y un pedazo de jengibre del tamaño de un dado. Colocamos abundante hielo para que se logre una consistencia espesa (frozen). Servimos en copas de margarita.

La barra de Green Bamboo se fue transformando en el puerto de partida de nuestro viaje nocturno. Vietnam brillaba en el horizonte como un ave exótica. El hambre se desplegaba en nuestros cuerpos. Un dragón parecía emprender vuelo desde una de las paredes. Saludamos y dejamos el lugar. Ya en la vereda, Oriente volvió a ser un lugar extraño y lejano, aunque en nuestros cuerpos se iluminaba el camino para llegar a él.

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