Sunday, November 01, 2009

Decimosexta clase - El final


I
Llueve a mares en Palermo. De la mano, la noche me besa el cuello. Huele a pasto, orégano fresco, latex y una remera recién lavada. Dos horas rodando sobre las sábanas, con animales pidiendo con los ojos que el tiempo no pare, no alcanzaron para volvernos hacer dormir. Hay un barco en el horizonte, un barco inundado, hundido por el agua dulce que cae silbando. Es sábado y hay un viaje que se murió en el pronóstico del tiempo del martes. Pero aún así hay algo que hacer por el agua, por la nave que los amigos preparan para cruzar el tiempo.

II
Resguardados por un piloto y un paraguas negro, los únicos dos navegantes que aún restan sus horas de sábado se ríen en una esquina. Javier sabe nadar con las manos en los bolsillos, yo aprendí a contarle las costillas del sueño. La esquina es un muelle, una señal en una carta, el lugar por donde partir. El asfalto huele a una madrugada en la playa de estacionamiento que estaba en Suipacha casi esquina Tucumán. Huele como olía el pasado.

III
“Estoy intentando llegar”, anuncia por teléfono el profesor, minutos antes de aparecer en un Renault 12 algo oxidado cruzando Santa Fe por Juan B. Justo. El sillón delantero esta definitivamente roto, aunque una agenda (esto lo sabremos varias horas después) impide que uno caiga en un pozo abierto en la base de la butaca. Nada de esto se ve porque el asiento está íntegramente cubierto con una tela. Los días, las horas señaladas en una rutina olvidada mantienen al acompañante ocasional con su mirada a la altura del parabrisas. Eso deja ver el horizonte, los autos, la mañana.

IV
El profesor cita a los anarquistas en el viaje, toma Libertador por el centro y esquiva el acceso norte. Un atajo nos hace pasar muy cerca, pero deja inmaculadas, las tierras de la Armada y la Policía. A la altura de Olivos se sale de la ruta y el Renault 12, como una nave que se deja caer en las fauces temidas por los navegantes del siglo XV, cruza la tierra hacia el bajo, al verde, al fondo de una ciudad. Va buscando el contorno del río escondido atrás de la fronda.

V
Desde Olivos hasta San Isidro, atravesamos un túnel verde y húmedo, siguiendo las vías del tren de la costa. De un lado, la siembra del agua dulce, florida y serpenteante, y del otro las barrancas con enormes casas. Palacios civiles posados como tortas flotantes en medio de un lago lleno de musgo, camalotes y nenúfares. Palacios civiles que resumen la historia del dinero de la última mitad del siglo. Sus dueños, faraones y usurpadores, ladrones de la tierra y el cielo, mercaderes de cartas y palabras pulidas, funcionarios estratégicos de los túneles negros de los metales preciosos… todos invisibles a nuestra mirada, perdidos en sus fortalezas, propietarios de montañas con vista el horizonte. Algunos heridos, otros muertos. Solo sus paredones los resguardan del tiempo. Solo su mirada les devuelve el ocaso.

VI
El profesor busca durante todo el recorrido estar lo más cerca posible del agua. El mar dulce lo llama como una sirena vestida con un traje de coral. Sus ojos doblan el paisaje como el fuego lo hace con el hierro. Hay un barco en sus manos, un papel que fecha su nacimiento en 1921, unas fotos nuevas de los barcos soñados, un destino salado en aguas abiertas y el río revuelto para los pescadores de sueños.

VII
En una casa cuadrada, rodeada de plantas trepadoras, herramientas que hacen casas y a la vera de un piano alemán flamante, dos navegantes muestran a sus dos alumnos los colores de las boyas cardinales. Esos objetos flotantes amarillos y negros, con triángulos en su cima, ordenados por los hombres, cambian los colores en los continentes y solo te indican por dónde hay que dejarlas. En la oscuridad es el parpadeo de las luces lo que te muestra los colores.

VIII
Esteban obtiene las tablas de mareas de Internet y las imprime en el anverso de unas partituras de música. Los dos lados del papel quedan así guiando a los hombres, un lado en el silencio, el otro en el agua, ambos en el tiempo. La tabla de mareas indica el mínimo esperable, la menor profundidad histórica en promedio, la tabla parece querer dejar tranquilos a los que navegan, alejándoles el peligro. La tabla de mareas te da información para saber la altura del agua en un lugar determinado a cierta hora en un momento del año.

IX
Es el sol, es la luna, son los astros lo que imantan el agua del planeta. Todos giran, se elijan, se acercan, rozan la piel de la tierra, besan los millones de mares, el corazón fértil donde crece todo el agua del mundo. “Lo que explica las mareas también explica el zodíaco”, dice Esteban mientras enciende el fuego de la hornalla. “Aunque el sol es mucho más grande que la luna, la mayor cercanía de la luna le da mayor fuerza sobre la tierra”, agrega cuando pone la pava sobre la llama. No es el calor ni el tamaño lo que da poder sobre los cuerpos, es la posibilidad de estar más cerca que los otros.

X
Aprendemos a calcular que altura tendrá el agua en San Fernando un sábado a las 5:23 de la mañana, un lugar y un momento en el que nunca estaremos. Mirando el pasado, todos estos sábados hemos aprendido herramientas para hacer caminos futuros, pero también hemos dibujado en papeles planes con un horizonte que jamás va a existir. Somos también aprendices de la estrategia que tiene el deseo.

XI
Luego de las cuentas que nos hacen saber la profundidad del río en un punto, de repasar los colores de las boyas, las señales de alarma y de silbar lo que silban los marineros cuando temen, los profesores saludan por el final del curso. Una tristeza inmensa, blanda, suave me llena las piernas. Es el fin. Podré volver a dormir las mañanas de sábado, a correr las noches de viernes hasta la orilla del sol. Nada calma los monstruos diminutos que me muerden la palma de las manos, el pecho.

XII
Hay un viaje en el futuro, sí, está la certeza de saber sacar a un hombre que muere en el agua, sí, sabemos como hacer un nudo que fija y también deja escapar, sí, podemos hacer del viento agua, sí, conocemos las costas de dos países, sí, en nuestros cuerpos llevamos el saber para huir de la tierra aún a oscuras, sí, pero todo esto se trató también de otra cosa. De evitar el sueño, de bucear en la historia, de aprender a palpar la nobleza en la madera, la fuerza con una mano en el viento, de cocinar contra el tiempo y el frío, de volver a mirar la cara de los hombres.

Thursday, October 29, 2009

Decimosexta clase – los niños


En la noche de San Francisco, los niños juegan con piezas de madera. Juegan a que están solos, juegan a que abandonan su pasado. Las fichas grandes deben quedar cerca de otra ficha, sola, redonda y pequeña. Hay dos equipos, dos niños forman cada uno. Hay arena sobre la pista de madera para que las fichas se deslicen. Cuando corren sobre la superficie desértica, si uno acerca los ojos al juego, puede ver como la arena se levanta, los granos saltan por el aire y caen en la fosa que rodea el tablero de juego.

Los niños toman cerveza y whisky antes de la partida. El whisky se hace en Kentucky y la cerveza a pocos kilómetros del bar. Como en toda ciudad construida sobre la orilla del mar, su puerto es lo que le inyecta vida, le da forma, le recorta el corazón. La cerveza inmigrante brota en las casas y prende fuego a los trabajadores cansados. Las jóvenes que le muerden la espuma están sentadas en el fondo del bar, tocándose los labios con la yema de los dedos. Al menos una hace esto y parece que se va a levantar a bailar. La rubia que la acompaña, desde el otro lado de la mesa, imita a Cash con su mirada y sus caderas.

En el juego un solo equipo gana. La base de la competición es el desafío, superar al otro o despejar sus fichas de la cercanía al bochín. No solo uno debe dejar sus fichas cerca, sino también evitar que las del rival estén en mejor posición que las propias. Uno puede también golpear las fichas contrarias para que estas caigan fuera del tablero. Es una maniobra riesgosa, en la que siempre hay que darle mucha fuerza al lanzamiento. Se puede ir ganando una partida y que en un golpe todo cambie. El desafío es lo que alienta el placer del juego. También las risas. También el miedo.

El bar, ruin y casi vacío, es atendido por un solo hombre. Charla en el medio de la barra con tres hombres. Los tres beben cerveza, los tres están serios, los tres dan la espalda a los juegos. Debe haber unas doscientas cincuenta botellas, de muchos países del mundo, de formas, sabores y colores distintos, un crisol florido, un gran cartel de luces, un pedazo de historia, un abanico para batir los cuerpos dormidos. La cerveza de los niños es Anchor Steam, y la sirven en unos grandes vasos de vidrio. Los vasos tienen un ancla dibujada, los restos portuarios de una ciudad, las marcas de la historia.

En el juego la arena y la música son fundamentales. Una máquina paga con canciones cada 25 centavos que se depositan. No es lo mismo el juego con Eagles que con Bon Jovi, Dylan o Elvis. No es lo mismo cuando Depeche Mode hace reír a las mujeres que salen del baño. No es lo mismo cuando la gran máquina hace silencio. Como un dios electrónico, cargado de historia y voces ajenas, la máquina transforma a los hombres que se acercan. La máquina no anda sola, la máquina devuelve el amor. La arena hace que las piezas rompan la inercia de su propia forma. Sin arena la madera de las fichas no las dejaría correr. Sin arena la ficha tendría los límites dramáticos de su material. La arena hace que el movimiento crezca, que las fichas corran como conejos, que los ojos de los niños brillen como perlas, como cebollines, como el vaso de cerveza.

La cerveza juega con las fichas, con la noche, con los niños. La cerveza irradia los cuerpos, siembra la noche con semillas heladas y pulposas, bate los niños a duelo. El vaso, su recipiente, es tan grande como la mano abierta de un hombre, dura como su pecho y frágil como el frío en la calle. El vaso tiene historia, un viaje en el cuerpo y un viaje por delante. Hay un futuro para los niños, hay un horizonte para el vaso. Aunque los niños nada sepan de esto, aunque Elvis paladee sin saberlo las palabras que contiene el mapa, aunque los 25 centavos caigan sobre las manos de dios como una gota en el Pacífico.

El viaje lo hacen los objetos, no las personas. Los niños se separan como siempre se separan, recordando. El vaso cruza el continente, del Pacífico a las fauces del Plata, de las manos al cielo, de la noche imantada por extraños al camino de tierra y acacias que recorre los cuentos de dos niños. El futuro se hace presente, se hace pasado, las aguas del río se ponen el traje de arena. El juego vuelve. Los navegantes corren como las fichas, conejos malditos y felices cruzando su día sin horizonte, virando sobre una boya para salvar un hombre que no existe. Para aprender a salvar al hombre del futuro. Hasta ahí llegó el vaso, ahí vuelve a llenarse, ahí vibra como vibraba con la música de dios, ahora con el viento, con el agua dulce, con las risas de los niños jugando.

Monday, October 05, 2009

Quinceava clase – El cristal chino


Espejado en el cristal chino
Un navegante sueña con las islas del Pacífico. Sueña lo que el que mira no sabe. Sueña con otro.

No hay lugar más lejano que el que uno conoce visto de lejos. Eso es algo que se sabe cuando se ve la ciudad desde el Río. Eso es algo que se sabe cuando uno se va para siempre de algún lado.

Espejado en el cristal chino
Un hombre sueña con las playas del Índico. Sueña que ya estuvo.
Sueña que nunca las dejó.

No hay lugar más amado que el que uno conquistó solo. Eso es algo que se sabe haciendo un nudo marinero. Eso es algo que cuando se aprende no se olvida más.

Espejado en el cristal chino
Un hermano sueña con las aguas del Caribe. Sueña que las dibuja en un mapa.
Sueña que sabe llegar hasta ellas.

No hay lugar más cercano que el reflejo en la mirada. Eso es algo que nunca se sabe. Eso es algo que nos devuelve una foto.

Espejado en el cristal chino
Un amigo sueña con las costas del Atlántico. Sueña que le siembra banderas y flores. Sueña que duerme acostado en la arena.

No hay lugar más extraño que el que flota en el sueño. Eso es algo que se descubre soñando. Eso es algo que no sale en las fotos.

Tuesday, September 22, 2009

Catorceava clase – La derrota


I
Después de tres días de viento del sudeste, el río esta colmado.

Es decir, el agua besa hasta donde empieza a desplegarse la gran alfombra verde del jardín del náutico de San Isidro.

Otros días, la marea baja, desnudaba el barro, la mugre, los restos metálicos, basura, el fango masticando, mudo, lo que cae siempre atravesando el suelo.

II
Luego de dos sábados sin subir a Matilde, creo olvidar todo sobre el velero y la navegación.

Sobre un barco, cada cosa tiene un nombre,

y cada palabra es nueva.

Uno no aprende muchos vocabularios en su vida.

Hay algunos que te hacen medir, otros hablar, este,
navegar.

III
El Pampero es el viento que suele venir luego del sudeste.

Contrario a su anterior, aleja la tormenta y hace bajar las aguas.

El primer día del Pampero el aire se desnuda, se saca de encima el polvo, la arena
Los restos de las flores flotantes del delta.

huele a agua dulce, al rocío que levanta de la costa, a vacío.

IV
Con rumbo directo a la Ciudad Universitaria,
El capitán lee el programa del examen final.

Durante treinta minutos, con el rumbo fijo en un punto de la costa

Esteban lee, y lee, y lee.

Cada tema a evaluar para lograr el título de timonel está escrito en un idioma extraño.

V
Hay toda una sección del programa que habla sobre la derrota

Cómo medirla. Cómo reconocerla. Cómo estimarla.

Creo recordar que estas tres preguntas están en el programa.

La derrota es un tema importante.

Al menos cómo medirla, cómo reconocerla, cómo estimarla.

VI
Por primera vez logro hacer sin equivocarme, dos veces seguida el nudo ‘haz de guía’.

El descubrimiento que me hizo no fallar fue haber entendido cómo era el nudo.
Esteban me había mostrado que, antes de cerrar el nudo, yo podía ver si una parte del cabo trababa la otra, y eso daba cuenta de si estaba bien el nudo antes de cerrarlo.

Siempre es bueno poder saber antes de terminar de cerrar algo si uno está en el camino correcto.

Siempre es bueno saber que se puede hacer un nudo.

VII
De regreso, discutimos sobre los Piratas y su organización.

Yo cuento algo que leí en un libro, que ellos no tenían rangos fijos, sino que la cadena de mando solo se ponía en rigor en el momento de la navegación o la batalla.

El resto del tiempo repartían el botín en partes iguales, compartían la comida, dormían sin distinciones de comodidades.

Duró poco esta experiencia.

No hace falta que algo dure un siglo para que sea inspirador.

Monday, August 31, 2009

Treceava clase – El mal


I
¡Ey! ¡Qué hacen! ¡Cuidado con los chicos!

Grita la tripulación de Matilde a los cuatro hombres sentados en la torre de un yate.

Su barco, una fortaleza gastada y a motor tira su cuerpo de plástico sobre el camino de unos niños que navegan sus pequeños barcos a vela.

¡Hijos de puta! ¡Ey! ¡Pelotudos! ¡Qué hacen!

Insiste la tripulación con la los puños en alto, como bárbaros deseosos de tomar por asalto la torre desde la que gobiernan su embarcación esos hombres que ahora se levantan y nos miran con furia

¡La culpa la tienen ellos que no saben navegar!

Gritan desde sus tronos, señalando a pequeños navegantes que ordenen sus barcos en fila, guiando su aprendizaje en un enjambre de cascos y velas blancas.

¡Maleducados! ¡Forros! ¡Pelotudos de mierda! trinan los aprendices de Matilde, parados sobre la cubierta del velero de madera sobre el que aprenden cada sábado, ansiosos por saltar a la cubierta del yate y moler a golpes el alma corrupta de esos hombres.

El yate se escapa, camino al San Antonio, el santuario de los hombres que andan a motor, el cementerio de millones de dólares invertidos en castillos lujosos con aire acondicionado y falsos caballos de fuerza.

¡Que ganas de cagarlos a trompadas! Muerde su bronca la tripulación mientras el capitán busca calmar los ánimos, deseosos de justicia.

II
La navegación luego continúa en paz, comiendo sándwiches, bebiendo un vino del 2004 y mirando con desdén las embarcaciones que no saben navegar a vela.

III
Aprender a navegar no solo se trata de saber llevar un barco de un punto a otro impulsado por el viento, sino de cómo es ese recorrido. La forma y la estética del camino. Dar respeto a una embarcación o una señal, los derechos que marcan la ley en un cruce, el orden entre los hombres en la maniobra, conocer y amar las fuerzas de la naturaleza, construir un camino desde la navegación de cabotaje a la de alta mar, colocar visible el pabellón que indica tu procedencia y el del país al que se llega, colaborar en los problemas de otro navegante.

IV
El viento del noroeste lleva a Matilde hacia el sur, sur este. El agua baja y desnuda las lomas de arena, las señales de peligro, los cadáveres trenzados en el fango.

V
El mal también anda por el agua, no solo en el peligro que crea un barco, no solo en los hombres que gritan desde su torre, no solo en los que cortan el camino de aprendizaje de los niños, sino también, y lo que es mucho más grave, en esos hombres que acusan a los chicos de no saber. A esos hombres hay que bajarlos de la torre, molerlos, tirarlos al agua sin salvavidas y ver como la sabia corriente que baja los lleva lejos, al mar, al océano, al olvido, a la nada.

Tuesday, August 11, 2009

Doceava clase – carta de navegación


I
Un mapa en el agua

Una carta astral

Unas boyas que marcan un pasaje

Un cielo con alfileres con las cabezas de colores

Rojo, negro, celeste, blanco.


Un mapa en la mesa

Una carta de navegación

Unas boyas que se hunden entre las olas

Un cielo con nubes negras y escarcha blanca


Un mapa entre las manos

Una carta de agua flotando en el aire

Unas boyas de peligro en llamas

Un cielo como una cuna, una cama con las sábanas blancas, un lugar donde nunca llegar


II
El capitán explica uno por uno a los marineros cómo se hace una medición. Hay un norte geográfico y un norte real. Hay que calcular el desvío, llevarlo a la carta y trazar las líneas sobre agua y tierra. Las mediciones se hacen con la Pinula, una brújula manual que mide señalando un punto fijo, el desvío desde el norte. Esas mediciones se llevan al mapa, se cruzan una con la otra y deben señalar el lugar exacto en que uno está

Perdido

Así uno se ve siempre en un mapa. Las mediciones de los tres marineros difieren entre sí y con la del capitán en todos los casos. Quizás la navegación no permita saber un lugar exacto. Quizás quien no lo permite es el río, no los instrumentos de los hombres. Quizás uno siempre está

Perdido

Los puntos fijos se buscan en la costa, entre la tierra y los hombres. La Catedral, La torre Le Parc, un edificio recién terminado de un estilo francés ya acabado, la Ciudad Universitaria, la cima de una escollera, son referencias fáciles de encontrar mientras la navegación es de cabotaje. Somos hombres mirando obras de hombres para saber dónde estamos

Perdidos

El mapa, un gran plano que ocupa una superficie mayor que la mesa donde se despliega, no solo dibuja la forma de la costa y los canales donde navegar en el río, señala también referencias humanas en tierra. En algún momento un edificio se escribe en el mismo papel donde se dibuja un río y la profundidad del agua. En ese mismo momento la forma de la tierra queda señalada con aquello que los hombres construyen sobre ella. Algunas obras muestran la forma de los hombres

Perdidos

La cuenta que hace el capitán difiere de la mía en unos grados. Llevado al mapa hace que el cruce de las dos líneas que hacemos cada uno se crucen en lugares distintos. Aunque estemos sentados a un lado y el otro de la misma mesa, navegando en el mismo velero, el mapa señala que hay una distancia entre nosotros. Así a veces uno se encuentra con otro, navegando, en la misma cabina, escribiendo con el mismo lápiz líneas en un mapa, cerca, lejos, buscando el lugar en el que uno siempre estará

Perdido

Monday, August 03, 2009

Onceava clase - la varadura y los dioses


I
En el embarcadero no hay viento y el sol tiembla sobre la superficie del agua.

Antes de pasar a buscar al Capitán, ponemos la mayor y la genoa

Las más grandes velas que hay en Matilde

II
La masa de agua del Plata
esconde el fango
lomas oscuras de tierra y basura.

aunque las boyas señalen el peligro,

son marcas erráticas, débiles

intentos por señalar lo que nadie pudo ver jamás.

III
En Conchillas, Uruguay vimos el pozo en el monte rocoso de donde se sacó la piedra para construir el puerto de Buenos Aires. Es un falso río seco. Una cantera con el esqueleto desnudo y oxidado.

Es sábado, y ese edificio crece y oscila en la proa.

Cuando uno ve lo que está y de donde vino, uno cree verlo todo.

IV
“hay que evitar los caños” dice el Capitán, señalando una armazón de tubos negros que sacan la tierra del fondo del Río. Hay al menos un kilómetro entre esa máquina y la costa.

Ese es el pasaje por el que nos lleva el viento.

V
El viento del este es molesto, recorta el rumbo del velero como un papel viejo.

“Hay mucha vela”, dice el Capitán

La tripulación hace riso en la mayor. La maniobra consiste en reducir la superficie de la vela bajándola unos metros y tomando parte de ella sobre la botavara.

No por tener mayor superficie de vela la navegación es más rápida.

VI
El viento no alcanza para saber si el agua sube o baja. Hay que ver la estela que se forma en algún objeto fijo. Una boya, un palo, un faro flotante.

El Río de la plata crece y baja atado a la luna.

VII
Cuando la tripulación parece encontrar en el puerto de Buenos Aires un destino

El quillote toca el fondo, muerde el fango, corta el camino.

Matilde se vara en el medio del río.

VIII
Tener una quilla que cala hondo, permite tener mayor arboladura, Matilde cala un metro treinta, pero eso aumenta el riesgo de vararse, dice el Capitán.

Clavado, el velero se levanta con las olas
cae y choca contra el fondo
haciendo temblar todo el cuerpo de Matilde.

Aunque toda la tripulación se cuelga de babor para inclinar el barco y despegarlo del fango, aunque el motor desata sus quince caballos, aunque el viento arrachado hunda las velas, nada saca del barro la nave.

IX
Marchar hundiendo el cuerpo en el agua, profundo, palpando el fango

Afirma la navegación, permite navegar contra el viento.

X
En la película de Miyazaki, Chihiro recibe en los baños públicos al dios del río. La bestia voladora, negra y espesa, arrastra toda la basura de su lecho, los restos inútiles de los hombres, la mierda metálica y plástica que el barro no termina de tragar.

Chihiro lo lava, lo enfrenta, rechaza el oro, pregunta su nombre y rompe el hechizo.

Uno no solo navega contra el viento y la marea,
el dios del río trae en el cuerpo el hambre de un dios que puede masticarte el camino.

Navegando, la tripulación también aprende a enfrentar a los dioses.

XI
Como el lecho del río,
los dioses no tienen cara y arrastran la basura de los hombres.

Monday, July 27, 2009

Décima clase – el tiempo de volver


I
“Nunca hizo tanto frío”, dice el capitán mientras quita las defensas.

El viento helado del noroeste cruza al barco apenas asoma el cuerpo al Río de la Plata.

II
La niebla emplumada desaparece camino a Uruguay,

cortada como papel picado por el frío.

En el camino encuentra y besa los monstruos metálicos que traen animales chinos congelados.

Besa también las señales del mal y el único camino posible para escapar de la ciudad por el agua.

Alguna vez hay que aprender ese camino.

III
El viento de popa lleva a Matilde en dirección al mar,
Un lugar donde hace mucho que no está.

Luis dice que con ese viento vamos a tardar tres veces más en la vuelta que en la ida.

Esa cuenta es la que va a marcar los límites de la navegación. Pero aún sabiendo el tiempo exacto que vamos a tardar en volver al puerto, no se sabe todavía nada sobre cómo va a ser el camino.

A veces se toma mucho más tiempo en el camino de regreso al lugar del que uno partió.


IV
Cuando las aguas del río bajan,
arrastran barro, mugre, plantas,

basura.

Contra todo eso va Matilde

Contra todo eso trabaja la tripulación

Contra todo eso es el camino

Contra todo eso uno aprende a navegar

Wednesday, July 22, 2009

Novena clase – la niebla y los puertos


I
A las tres de la mañana de la noche, el amigo de un amigo, me dice que una de las sensaciones más lindas de la navegación es llegar por primera vez a un puerto.

Hay veces que uno le cree a un desconocido.

II
A las ocho menos cinco de la mañana de un sábado tormentoso y a la vera de una estación de tren no se puede saber nada sobre el futuro en el agua.

III
El capitán preferiría ir a Quilmes otro día, el viento sopla en contra; Javier cree íntimamente que es un día para seguir aprendiendo a virar en una de las boyas que están frente a Olivos o San Isidro, se acostó a las seis de la mañana; el profesor debe estar antes de que llegue la noche de vuelta en el puerto, una celebración lo espera; Guido sabe que el puerto de llegada está muy lejos y entre la bruma, yo necesito horas de la tarde frente a mi computadora, tengo que escribir unos billetes en Word.

Nadie escribe solo el nombre del viaje en la carta de navegación.

IV
Las boyas cardinales solo te indican por dónde dejarlas.

V
En el puerto de Quilmes, un grupo de hombres hace correr carreras a sus pequeños veleros dirigidos a control remoto.

Las maniobras, las dificultades, el ansia y las reglas del viento son las mismas que para los grandes barcos.

Es extraño ver en miniatura la representación exacta de la realidad. Es extraño ver el dominio a control remoto.

VI
Para conseguir nafta hay que ir hasta la ciudad, pero está prohibido subir a un colectivo ni a un taxi con un bidón lleno.

“Para trasladar nafta, uno debería caminar”, dice el hombre de la secretaría del puerto de Quilmes.

VII
La bruma hace desaparecer la costa, los barcos, las boyas y el horizonte.

cuando no queda nada, todo se ve más lindo.

VIII
Las valizas que señalan peligro se iluminan de una manera distinta que las boyas que marcan el canal.

Todas esas luces sirven para saber por donde ir.

IX
Entra la niebla, la noche y la lluvia hay que pasar muy cerca para ver las señales de peligro. Solo buscando esas señales se puede navegar tranquilo.

Sunday, July 12, 2009

octava clase - viento en contra



Hay que imaginar esto: el viento sopla exactamente desde el punto al que debemos llegar.

Eso hace que Matilde vaya en cada rumbo, con la proa hacia la Catedral de San Isidro, durante una hora, sin acercarse a destino.

Eso hace que casi todos los barcos que navegan el Río de la Plata prendan el motor y bajen las velas. Cuando las condiciones son adversas, todos quieren volver pronto a casa.

Hay que imaginar esto: el agua baja, arrastrando ramas, basura y la masa de agua desde el punto al que debemos llegar hacía el mar.

Eso hace que Matilde vaya contra la corriente, con el cuerpo de través a la marea y las olas besando su casco como si lo cachetearan.

Eso hace que las manos se congelen al sumergirse en el viento helado, el agua dulce y la sed. Lo que duele no es el frío, lo que duele es el agua.

Con el viento y el agua en contra, el barco parece tener siempre en el horizonte la fé. En ese momento se pueden bajar las velas y prender el motor fuera de borda. En ese momento se puede querer volver a casa. O no. Siempre se puede hacer algo distinto. Siempre se puede navegar.

Sunday, July 05, 2009

Séptima clase – amarinar


La virada hace caer platos, ollas y cubiertos en la cabina.

Esteban baja y en su explicación a futuro, dice: “siempre antes de la maniobra hay que amarinar bien todo”

El diccionario explica: “Trabajo que realiza una tripulación para poner en condiciones de navegación un buque abandonado. En general, dejar un buque listo para hacerse a la mar. Atar o colocar en firme los objetos de un barco para evitar que caigan por el movimiento de la embarcación”

Aunque la tercera acepción sea la correcta en este caso, la verdadera lección,
no es sino la primera, la forma en que esta palabra guarda su significado más bello.

Una tripulación, que no son más que los que se suben a un mismo barco, trabajando, en conjunto, para que vuelva a ser útil, para que recupere su forma algo que otros han abandonado.

Luego la discusión gira alrededor de por qué no se hacen más barcos de madera. “Porque son más baratos, porque nacen ya descartables, porque la que determina los materiales y los diseños siempre es la competición”, dice el Capitán.

Aunque Matilde, el Cadete de 1950 en que cruzamos en Río de la Plata haya sido un barco de competición, es ya abandonado para las carreras en que muestra su belleza, el diseño intuitivo y escultural de su casco, la aerodinámica de su cubierta.

Mientras a los nuevos veleros, erguidos sobre el agua, las olas los golpean como Alí, y solo los sostiene su vida efímera y su cuerpo de atleta juvenil, al cadete las olas lo pasan por arriba, limpiándole la mugre, el tiempo, las marcas del trabajo de los hombres.

Solo hay que amarinar todo para que el agua no se lleve también las palabras, las herramientas, las fuerzas y los deseos de la tripulación.

Sunday, June 28, 2009

sexta clase - virar en redondo



La boya cardinal indica la orientación por dónde hay que dejarla atrás.
Norte, nor-este
Besando con el casco las letras de su nombre: bikini

Pero no es dejando atrás las señales que se aprende cómo navegar, sino volviendo a ellas todo el tiempo,
Anudándose a lo que indican, rodeándolas
Y mirándolas de cerca, de lejos, por todos los lados de su cuerpo metálico flotante.

Para eso, el hombre al timón ordena la maniobra, y hace de la marcha un círculo cada vez más pequeño.

“La pulsión siempre rodea al objeto”, decía un profesor, repitiendo a todos los profesores que se vestían en el mismo país

Y de eso se trata el aprendizaje. Rodear, sobre una masa de agua dulce, algo que flota y señala, veinte veces al menos

Y después alejarse, sin mirar atrás, recordando las maniobras
para llevarlas en el cuerpo
hasta un puerto

la playa

la próxima señal

Sunday, June 21, 2009

quinta clase - bruma



Cuando ya no hay orilla,
Y los márgenes de la mirada entran en blanco

El capitán pregunta cómo se sabe para donde ir.

El viento

La forma de la ola

La carta

Posibles respuestas de la tripulación.

Mientras tanto, el barómetro baja, el viento frío avanza y se posa sobre la mañana como un cetáceo en la orilla de arena.

la tormenta posible desnuda el barco, la navegación
nuestra fragilidad íntima.

Aunque los mensajes de texto lleguen a otro país y desde ahí los respondan en menos de diez segundos

El Pampero puede llevarse todo, y hacernos entrar en la bruma,
Dejando que los márgenes emplumados nos mastiquen en el frío.

Friday, June 19, 2009

cuarta clase - las olas



Otra vez norte, el viento corre
Duro
Liviano y frío
como la palma de la mano
desnuda
que se asoma por la ventana de un auto

el capitán esta vestido de fiesta, e ilumina con su cuerpo a los otros barcos, como si fuera un faro,
pero son sus palabras las que dibujan las boyas en el horizonte,
el rumbo, el camino.

Las velas hacen del cuerpo un dínamo, un adjetivo que se suelta, una mujer hermosa que te despierta a la madrugada,

Pero sin el timón no hay cancha ni camino

Y el mayor placer es sostener la recta, y a la vez, sentir como la ola siempre amenaza, como un deseo repentino y tenaz, con hacer derivar el barco hacia cualquier lado

Monday, May 25, 2009

tercera clase - el futuro



El futuro flota sobre una masa brillante, húmeda y de régimen lunar,

está pintado, inflado, se sacude con el viento del norte.

El futuro señala el lugar para virar

maniobra que hay que hacer siempre contra el viento.


El futuro señala

El próximo trabajo de los hombres

El lugar por el que se abrirá el camino.

Un canal donde hoy solo hay barro, basura y barcos congelados.


El futuro flota encadenado sobre el río de la plata, húmedo,

En el mismo día, más cerca y más lejos del fondo y del cielo


El futuro si haces bien la maniobra, casi se puede tocar

Thursday, May 21, 2009

segunda clase - tu, barco



De lado al viento
norte
La maniobra hace del cadete una pared de madera y sol,
un monstruo desbocado
una mala razón contra un aparato histórico.

El agua muerde estribor, el río
brillante como un pez
le pasa la lengua voraz, dulce, excitado.

Escora, Matilde

Agua, capitán

Maniobra, Javier

Adelante, ¡adelante! Adelante, ¡adelante!

Aunque después la vela vaya de riso, dejando escapar el viento.

“¿Ves que aunque la vela mayor este a medias, solo con la más pequeña navegamos a la misma velocidad?”, señala el capitán.

No por desplegar todas las velas se es más veloz. No por desplegar todas las velas se llega más rápido a destino. Más importante es conocer el viento, tu barco.

Tu,

barco.

Monday, May 11, 2009

a vela - primera clase



Cazar, quizás con s
También podemos decirle cobrar, es traer el cabo para uno,
Lo que recoge la vela, la tensa, la devuelve al viento cuando este escapa.

Tras la maniobra, y mirar el cielo para seguir la flecha, el músculo vegetal de medio siglo muerde el viento y pasa a cortar el agua con su trote.

Aunque hay cientos de formas de buscar la fuerza del viento, el ceñir es la más compleja. La más ardua y quizás la más bella. Se va contra el viento.

El barco cabecea hundiendo la proa como un animal pesado, macizo y moribundo que cae con todo su peso en cada paso. La caña que ordena el timón tiembla,
El río entero golpea la madera como una voluntad adversa. El capitán cuenta que los barcos más antiguos, aquellos con los que, por ejemplo, se llegó a América, solo navegaban a favor del viento y las corrientes. Los caminos, los destinos y la fuerza estaban limitados a las fuerzas de la naturaleza.

Ciñendo no se va más lejos (nadie fue más lejos que esos navegantes)
Pero el horizonte es más ancho y en la mano que toma el mando
Se desnuda la naturaleza,
El hombre que cree tomarla de las muñecas
Y el destino único al que a veces se quiere llegar

Friday, May 08, 2009

200 - a vela



Navegarte
Vela
Lejana, vela, acuática, vela, blanca

Vela con la arena entre los dedos, la carne entre los dientes y el músculo tenso y redondo. Afuera del cuerpo el hambre nada,
El río se confunde con la mugre de la mirada,
Y justo cuando tiene que venir el viento para barrer la memoria
Las velas se quedan quietas 1 segundo, la flecha en lo alto del mástil señala a todos y el barco se detiene como si cayera exhausto en una cama de espuma y barro.

“Los barcos se dibujan para el movimiento, y el movimiento siempre es hacia adelante”, dice Esteban, el capitán. Aunque Javier piense que en algunas situaciones
(la cercanía de la muerte, las piedras o el fondo que amenaza con moler la madera en su garganta) un barco debería poder frenar de alguna manera, el capitán dice que no
Que un barco no para, no debe poder parar, no debe saber detenerse
Que en cualquier caso vira.
Vira.

Navegarte
Vela
Lejana, vela, acuática, vela, blanca

Sobre la madera, el león, las luces de posición de los países

Saturday, March 14, 2009

Amantes (Tren de la Costa)


A / unos 22 años, pelo castaño claro, rasgos delicados, boca pequeña. Cara lavada, sin anillos ni collares y vestida con una camiseta gris y unos jeans. Sentada de lado del pasillo del tren.

B / unos 20 años, morocha, pelo corto cruzado por una vincha blanca y negra con un moño pequeño. Remera blanca, jeans y zapatillas. Un par de anillos y un collar de piezas negras. Sentada al lado de la ventana.

A: yo te aburro. Estoy segura, hablo mucho, ¿no?

B: no, no me aburrís

A: Sí, te aburro, estoy segura que hablo mucho y te aburro…

B: no digas eso, no me aburrís (incorporándose y mirándola), te lo juro

A: Pero si yo a veces me aburro de mí, me parece aburrido lo que digo

B: (poniéndose seria) No, no me aburrís. Yo no se por qué estas conmigo, si yo soy capitalista, consumista, soy una huequita

A: Vos no sos así, yo no creo que vos seas huequita

B: sí, soy huequita

A: pero mirame, qué haces vos conmigo, voy a leer un libro para nos ser tan aburrida para vos.

B: Decir que por tu apariencia sos una hueca eso es un comentario superficial. Yo creo que vos sos otras cosas

A: no, yo soy una huequita, mirá la vincha que tengo, mirá el moño (se señala un moño negro y blanco, pequeño) esto es de huequita. ¡Estudio diseño gráfico! Nada que ver con vos…

B: Para mi no sos hueca, y lo que vos estudies no es importante. Yo estudio Ciencias Políticas, pero lo importante es que para la revolución, no importa lo que uno quiera estudiar, sino lo que es necesario. Si se necesitan diseñadores la gente estudia diseño. Lo importante es la revolución.

A: (mira el techo mordiéndose el labio inferior, luego recuesta su cabeza sobre el hombro de B y le muerde el hombro)

Thursday, February 26, 2009

1


En un minuto, la voz se esfuma
Entre los dientes de la ranura, atravesando las olas,
hacia el fondo
Como un copo de nieve en la boca.

Y lo que queda, lo que queda es como la mirada que cruza la casa antes de sacar la última caja.

Y lo que queda,

lo que queda no se lo lleva nadie

lo que queda asusta

Tuesday, February 17, 2009

carteles II


La manada de sueños va en la parte de atrás, señalando los carteles azules
las veces que se ve el agua, ¡allá! una fábrica, ovejas, ¡allá!
un auto rojo, el cartel de desvío al país al que nadie quiere ir ¡allá!
un túnel que muele la luz y electrifica la piedra
la boca del bosque, ¡allá!

El viaje es en calma, más con la certeza de llevar, todos
los vestidos de luces y el hambre ordenado en el baúl, más
con la bolsa de nylon a mano, para juntar la basura del camino,
más, cuando atrás de las montañas esta el mar.

Mas aunque los animales sueltos en la marcha
sigan los carteles, señalen y elijan el lugar
impreso en letras negras en el mapa
los carteles siempre ofrecen otra cosa:
una ciudad, un país, el idioma del pasado

se ríe





Esta sola, se ríe, al final no
No se ríe. Bebe champagne de un vaso
Y agua, y después té, de una taza de porcelana.
Sola, está sola, y palpa su labio inferior
Sus dientes, la hora de la noche en el aliento.
Mira, lejos, y quiere reír, pero lejos, no en la mesa
No entre hombres, no entre tazas de café y cubiertos
no sobre un mantel blanco, en la silla de metal
tapizada, fría. Está sola, se ríe, al final no
se ríe, y la cara iluminada se va entre las mesas
como un barco, de noche, señalado por el faro.
sola, espera, se desliza, ríe, no, no ríe
rodeada, desnuda, escapa, se ríe
no, no se ríe, esta sola,
al final no se ríe

Monday, February 16, 2009

carteles I


Una señal contraria que no se deja ver,
la ruta al norte, al este, a otra lengua,
comenzando su camino por el boulevard,
el mismo camino por el que llevan la basura.

Acompañando los restos, haciéndose cortejo y espejo,
el auto podría cruzar la ciudad,
encontrar otro idioma y domesticar sus habitantes. O al menos su lengua.
Eso es lo mismo que hace la lluvia cuando cae varias horas en un mismo lugar, los hombres. Pero eso es lo mismo que hacen las ciudades cuando los hombres se quedan en su mismo lugar.

Para evitarlo, o adivinar el futuro, hay señales. Aunque algunas no muestren su cara, otras estén en otro idioma, y algunas nos hagan seguir el camino de la basura.

Wednesday, February 11, 2009

la basura y el fuego


Seguramente después me van a venir a buscar con la basura y el fuego
las armas de la noche, ensambladas sobre la cama desecha. El hambre de la noche
construida como una caja de madera. La sed de la noche sembrada
como un campo de girasoles. Pero voy a trabajar para que sea tarde
a amar el mapa armado con las manos, de noche, bajo la almohada
y su salida iluminada por un farol chino. O voy a estar hundido en el río
temblando con los monstruos acuáticos, nadando con los ojos abierto
arrastrado por la marea hacia el plata. Pero voy a trabajar para que sea
en un lugar conocido, con el cuarto adornado con mis palabras y flores rojas
cuando ya haya terminado el verano, con mi cuerpo dibujado
a la mañana.

Wednesday, February 04, 2009

hielo


La noche, un témpano hundiendo la cama
Con los nudillos del hielo, con el movimiento de su masa,
con la oscuridad sumergida, húmeda, liviana.
Leche, escribiste con las letras del scrabble en tu boca
Y sumaste más puntos que nunca, por esa juego de las combinaciones.
Era imposible ganar, más después, cuando con una naranja
El polvo dorado que había cambiado tres veces de casa
Y el vodka de Brasil hiciste agua. Hielo. Barro. Seda.

Después sí, la herida y el camino errante por la vereda mojada
Tres veces la cara, todo el camino la espalda,
la cama como un océano de papel maché
y los mensajes de texto guardados como las piezas de un rompecabezas.
Y sí. Son tres cuadras nada más. Tan cerca. Del otro lado de la marcha
El hielo del témpano
con las marcas del choque
se va por Paraguay dejando un charco.

Friday, January 30, 2009

chic


No quise
Estropear el vestido blanco en el piso
Al pisarlo sin querer, camino al baño.
Pero no solo eso estaba tirado.
Era difícil no caminar sobre los restos
y aunque algo aún sirviera, todo estaba tirado:
el libro de Vian
la espuma del champán y los dados
la servilleta del hotel, con un número anotado
la guía T, en la página dieciséis
la memoria de la forma de comer
y no comer, las fogatas, las cenizas
el olor que resta, de un lugar revisitado.

Tuesday, January 27, 2009

6 A.M.


Ahí afuera, del otro lado de la oración
Alguien escucha en silencio, alguien
nada, enroscado en la frazada
caminando sobre la silueta del patio.
Arrullado por ese ruido que hace la enredadera con el viento.
Pero aunque adentro de la frazada haya un hombre
en él vestigios más que ruinas
y frío más que palabras
existe la posibilidad que el frío construya el golpe,
la caricia en la palma de la cara. Existe la posibilidad,
cierta, descubierta y susurrada
de sacar la foto exacta de lo que pasa en el cuerpo
y que la foto sea revelada.

Monday, January 26, 2009

tragedia


"How weary, stale, flat, and unprofitable
Seem to me all the uses of this world. "

"Why, what should be the fear?
I do not set my life at a pin's fee,
And for my soul, what can it do to that,
Being a thing immortal as itself? "

"How all occasions do inform against me,
And spur my dull revenge! "

Friday, January 23, 2009

inspiración



De noche se puede esperar la inspiración
o comenzar a incendiar todo. La cabeza, los tobillos de la sed
el hambre escrita en los libros de la biblioteca del amor,
la pasajera posada en la punta de la lengua
su pasado, sus besos en la espalda, la jauría de perros que suelta
en la cama cuando hace frío. Cuando nadie vuelve.
A veces un día cualquiera de Abril. Al azar.
Pero aunque las llamas me devoren, me palpen el pecho como un ciego
es tan lindo sentir el calor. Me hace pensar en esa gente fea
dando cuerda al reloj del odio. Me hace sentir a salvo.
Me blinda contra las temporadas de lluvias
y el hastío de las tardes de TV. Me lleva de la mano como a un niño que traen de vuelta a su origen, en una playa de Enero. Pero aún con ese algodón hinchando el pecho,
retorcería las manos de esa figura,
devolvería los mails, haría de mi antojo un atajo,
marcaría con puntos rojos su camino hasta la cama
así todos sabrían lo frágil, lo solitario y
triste de sus noches. Grabaría su voz la vez que esta sola,
solita y sola bailando frente a su almohada.
Pero la inspiración no se encama con el odio, y es mucho mejor
hasta podría decir hermoso, hacer paquetes recubiertos en papel de flores
con postales de esas personas y sus relojes a cuerda, con su vientre envenenado
con las palabras que siembran entre las sábanas y su mugre
En el fango de sus bocas. Es mejor abrir la ventana de la cama
la puerta de la heladera como si atrás estuviera la salida al océano
el muelle de carga y descarga, la sala de preembarque de un aeropuerto internacional.
Y hundirse en la noche como en el río,
bajo el sol y a oscuras.

En los dibujos animados decían
que mientras lo demonios planeaban destruir el mundo,
en el Salón de la Justicia se planeaba como detenerlos,
sobre una gran mesa blanca. Eso es lo que quiero
planear como detener. Planear. Moler los ojos que miran desde atrás
freezar la sombra de los zombies que caminan contra el frío
y aunque en momentos como ahora me río
y me río tanto que hasta dejo
de escribir, no es la risa lo que hace el sueño
no es la risa lo que hace justicia. La risa es el salvavidas,
la luz en la cueva, la escritura del amor en un bloc de agua. La risa es una amante, que vive en un pais lejano, con pasajes de avión ilimitados.
Pero aunque la inspiración nunca llegue a la noche ni en la risa
y mis manos se congelen entre el vino blanco
el teclado prendido fuego y los comentarios de la foto del verano
no es hora de irse a dormir. Ni de planear. Ni de mentir.
Hay frente a mí, una foto vieja en la que estoy a punto de saltar del trampolín. Un salto que no hice. Pero bueno, era chico, tenía miedo
A mi no me pusieron la espada en la espalda como a los que estaban conmigo
Y el agua entonces se hacía nube, barro.
Y eso también hizo a la forma del arrojo, al mapa físico de la memoria.
Pero todo esto, y cuando digo todo señalo con la mirada la A4 entera en que escribo
no tendría que hacer la espera de la inspiración, esa brasa enterrada en el cuerpo
pero al menos este es el momento de incendiar todo
la cama, el fuselaje del hambre de madrugada
la respiración entrecortada frente a un mail que tiene más de cinco años
mi risa entrecortada por la sed y los pedacitos de hielo
los vasos que quedan debajo de la cama, tu vestido prometido
en la basura.

De noche se puede esperar la inspiración
Y comenzar a incendiarlo todo.

Thursday, January 22, 2009

W


Puro Gin ingles con trazos viscosos de vermouth francés. Y aunque de nuestra Francia solo quedan oraciones escritas en el marco de la cama, tu disco de Boris Vian en una caja, en tu casa, en el que era mi cajón, en lo que eran mis mañanas sentado en la orilla de tu sueño, al menos entiendo sin subtítulos lo que dice la etiqueta, su lugar de origen, la receta L’Original Dry y su dirección en Marsella. Allá era el vino, no este que guardo en el piso del placard, fresco y al resguardo del 95 por ciento de humedad de noviembre. Era fresco, venía de la provincia, el sur, tu sur. ¿Te acordás cuando volvimos de Brasil en el auto? Cruzamos Uruguay, partiéndolo al medio y dejando de un lado el mar y del otro una frazada verde que dijiste que ibas a llevarte, para guardar hasta el invierno en una caja y abrigarte esas noches en que yo volvía tarde. En la única estación de servicio que había en 500 kilómetros, un camión cubría bajo una lona color marfil, sucia, cinco mil botellas de vino vacías. El camionero te contó a vos esto mientras yo pagaba la nafta en pesos uruguayos, separándolos de reales, arena y caracoles. En el auto, mientras cruzábamos ríos y cambiaban los carteles de la ruta de color, entre tus pies, rodaban las últimas dos botellas de cerveza que nos tomamos. Oscuras, con la etiqueta reseca del sol. Enterradas por la mitad, en la playa del faro, se entibiaban mientras la luz oscurecía todo el horizonte dejando a flote solo un pedazo de mar. En el otro extremo del océano, en Junio, descubrimos juntos el Manhattan y armamos el mapa de su receta sobre la barra: el whisky era mío, por su historia de inmigrantes y Humprey Bogart, el vermouth dulce era tuyo por su origen italiano, como tus anteojos preferidos, Venecia y Marcello Mastroiani. El bitter angostura era mío porque venía del trópico, como los piratas, el calor y el Cáncer de Henry Miller, y la copa era tuya porque era frágil, transparente y francesa. El hombre del bar mezclaba en un vaso de vidrio alto con una cuchara de metal plateado y lo servía dejando apenas medio centímetro desde la superficie líquida hasta mis labios, los tuyos, los míos, los tuyos y así hasta que quedaba solo la cereza en el fondo, como una piedra rara. Ya en casa, la mía, ensayando solos no era lo mismo y las proporciones cambiaron, no en su fórmula, pero sí en el peso que tenían. Ya con las bebidas en el cuerpo, bebíamos con las piernas colgando del balcón, tapados por una sábana, con el perfume a lavanda que le frotabas en la bañadera llena de agua tibia.

Wednesday, January 21, 2009

sed


Lo lindo es el frío artificial, la máquina que le da forma. También la espuma, esa masa liviana y frondosa. Los terneros degollados, antes de ese momento, caminando sobre el pasto como navegantes solitarios. Esos animales nunca están perdidos. Lo lindo es la sed, de venganza, de justicia, de amor, de muerte, de la boca cuando ve correr un río. la sed de repente, la conquistada, la que da el sueño. Lindos son los mosaicos exactos, recortados, la forma que dan a las cosas. Lo lindo es la espuma de las orillas, su olor a yodo en el mar de la infancia. El mar, el viaje hasta el mar, la sed en el final del viaje y una cerveza helada para la sed.

Monday, January 19, 2009

blanco y negro


los ojos no dicen nada,
porque los ojos nunca dicen nada
anuncian sí, como un cartel de neón. También
esconden, espantan, expiran, quizás
en este caso. Cuando te pasaron ese ojo húmedo por el vientre
la película dijo lo que quizás también diga de mí
el hígado esta manchado, algo intoxicado,
con una forma rara en una de sus partes, latiendo.
Es la primera vez que sé esto de estar con jeringas descartables
antibióticos en la heladera y una foto de tu interior, en negro y blanco.
Una foto y la película instantánea.
Lo que no mostraba la ecografía
era la parte del tiempo, todas tus camas
y las mías. Las mañanas de repente salvajes,
las bolsas de alimento y sus peces de colores
la oda pasada y titulada con tu nombre
la persona que amo esa oda.
Mi amor cuando olvidó a esa persona.
Tu fama de testigo, creció con vos, trepando a los vestidos de flores
A la misma seda que a mi me gustaba,
a tus amantes, a espaldas de mis noches troqueladas
en un feo cubrecama. Lo que sí mostraba la película
es la forma del tiempo, el futuro en blanco y negro
el doble, el cansancio,
los restos de la vida en la otra vida
la basura del amor
la sangre y el motor
lo que mueve el corazón,
aunque ya no quiera nada

Saturday, January 10, 2009

lindo


Lo lindo es ver la curva, compararla con las viejas pistas que se pisaban con las manos en la arena. Los ríos que atraviesan las ciudades, las ciudades que viven del río, los ríos que se comen las ciudades, las ciudades que nadan en sus ríos, los ríos que se pierden en las ciudades, las ciudades en que uno se hunde como un río. Lo lindo son los puentes, caminar de un lado al otro, que los autos no entren, que cuelguen de ellos mismos, que sean descartables, que uno pueda volver a ellos, que las costillas se les oxiden con el tiempo.


Lo lindo es que el txipirón nadaba, que la cabra que dio la leche para el queso en ese momento todavía pastaba, que el hombre pose animales en un plato blanco de porcelana El aceite de oliva, el perejil, el fuego que hace oro, el hambre que deshace, la sombra que muele.


Lo lindo es cuando llueve de repente, el brillo de la piedra, los chicos que hacen casa, juego, historia. El aburrimiento instantáneo, la mirada enarbolada hacia la distancia, el que ríe, la que nada adentro del piloto, el que dice cuando para de llover. Lo lindo es la ventana que deja entrar la luz, muestra las caras, el metal que es de otro color por la mañana, con la lluvia, con la mano que lo frota en el taller, al doblarse y cuando deja de llover.


Lo lindo es el verde que parece que se cae y no se cae, el agua contenida en la fronda, el verde salvaje, a salvo del hombre. Volver al punto de partida de otro y que ese otro también sea uno, que la piedra siga estando, que la carne se mantenga fresca toda la noche al aire libre, que en el origen haya lucha, banderas que celebran la pelea, que desde el punto de partida se esté hablando de libertad. Y de historia. Lo lindo son algunas formas que le da el hombre a lo materiales, más precisamente el arco de piedra de la puerta. La pared piedra por piedra, las zanjas en que la tierra mastica la lluvia.


Lo lindo es encontrar tu lugar en el mundo, señalarlo, que también sea nuevo para alguien. También el pan, cuando se apila en el espacio que abre el hambre, cuando se compra cada día, cuando su cuerpo de espigas parece espuma. Lo lindo es poder desplegar un mapa para recorrer las distancias, midiéndolas con la escala, volver a los lugares en que uno fue feliz. También prender la luz interna del mundo con solo colgar un cable de la pared, encandilarse, descubrir los países soñados en la infancia, besarlos con la yema de los dedos, la memoria, crearlos de nuevo y creerme.







Thursday, January 08, 2009

Lo


lo profundo es el aire
la espuma en la fronda del mar
la entrada del túnel
el frío de la arena
el año desde Enero, la memoria incendiada

lo profundo es de repente
la espuma en el aire,
el frío en la entrada del túnel
la memoria de Enero incendiada

lo profundo es el aire
el año en que nacimos
la huida nocturna en un taxi
la fronda del sueño en el mar

Tuesday, January 06, 2009

Love


"How many hotels will take to love you"

Sunday, January 04, 2009

saudade



Saudade, decía V con el viento del mar escrito en una servilleta con el nombre del bar donde tomábamos una cerveza. La calle había sido un circo hacía diez minutos, y quedaban papeles de colores, botellas de cerveza vacías, y la cara del mar dada vuelta por un grito mío, que también hizo que se levantara a bailar, corriendo una mesa con una mano, acariciando el frente de la botella como a un animal dormido y acomodando su vestido blanco. Y también que me llevara a bailar a mí, temblando y enroscado a una serpiente de seda, al lugar donde todavía seguía el desfile de polleras amarillas, infladas a fuerza de giros, morenas casi desnudas, nadadores de bañeras antiguas, bailarinas, quizás nacidas en un cabaret de Manaos, luchadores de la arena, mariposas, ángeles de celofán y brillantina, ninfas recortadas de fotos polaroid trasnochadas, hombres vestidos como mujeres hermosas y hombres vestidos como otros hombres. La sal, la arena y la humedad que venía del mar, primero se sentían en los labios, aún incluso si se le daba la espalda al Atlántico. Pero cuando corría por la boca, entre los restos de cerveza, mugre, besos y polvo era que el cuerpo caía dentro de sí, rodaba por su noche eléctrica y sanguínea y atravesaba las olas de la memoria. Felizmente, bailando la memoria crece y muere en cada paso. Adquiere formas instantáneas y fugaces, como la cintura de un cuerpo cuando se lo agarra, solo para hacerlo girar. Esa tarde, porque recién serían las 3 de la tarde cuando V dijo Saudade en el bar, la memoria era un esqueleto plástico, liviano, húmedo y serpenteante. Si el recuerdo hubiera podido florecer o engordar como un libro que se deja debajo de la ducha, V se hubiera multiplicado buscándose a sí misma en la historia, el camino de adoquines que bajaba del morro me hubiera llevado hasta otras veredas, la santa Rita a domingos floridos, soleados y abandonados, y la espalda de la cama donde dormía, al insomnio y la sed de la madrugada. Pero al bailar, todo desaparecía, tomaba una forma diferente, se disfrazaba o era tragado por las miradas esquivas que se trenzaban en la calle. La saudade era solo una palabra sobre la mesa, besada por el viento del mar y borracha. La saudade estaba en el futuro, enceguecida en un registro de memoria, en el lugar en el que no llega el baile ni las fantasías, esperando, prometida, dócil.

Saturday, January 03, 2009

ombligo




Tan chiquita la muerte, bordada
con estrellitas de hilo azul
alrededor de su ombligo

Aunque a veces se expande el color, su ruido crocante y metálico
el país que guarda en secreto en un segundo es nieve, se derrite,
me muele la boca, ilumina como una calle de algodón que cruza un desierto.

Thursday, January 01, 2009

la ruta




Pensar que el verde estaba ahí donde ahora el asfalto se hunde, quema la tierra, corta el tiempo como una pista musical negra. A 60 km el amarillo se empasta en los ojos, pero a 120 te cruza como un rayo. Si no estuviera el cartel que anuncia la curva, sería muy difícil saber lo que viene. Un auto, una bajada, animales, otro país. Los que andan mucho en la ruta, saben ver en las formas que se recortan en el horizonte, señales para adivinar su curso, la forma del camino. En la ruta todo se mueve. En la ruta uno se mueve. Es difícil saber el tamaño de cada movimiento. En la foto de la ruta solo se ve, impreso en las cosas, nuestro movimiento. Si uno fija la mirada en el horizonte, se siente la calma, el futuro inmediato incierto, la bajada. También se ve la luz, y el lugar preciso en que el cielo y la línea del horizonte se comen entre sí.


Después de la curva, el auto baja y empieza a hundirse. En el fondo, parece, ya no se verá nada. Pero a esa niebla nunca se llega. Y el temor que podría dar, contrasta con la calma de la recta. La línea cortada en pedazos le da otra forma al tiempo, sincroniza el tránsito, señala los cambios en la velocidad, evita que el amarillo se nos clave en la mirada. Entre la niebla, parece que hay una curva, a la izquierda. Esas son las que esconden a los autos que llegan de frente. Esas son las que esconden a los autos que vienen atrás.


La curva a la izquierda es corta, plana y esconde una nueva curva, pero a la derecha. Y la niebla sí aparece. Espesa, húmeda, liviana. El auto nos separa, nos blinda y nos ata. Al perder visibilidad, uno encuentra cierta inmediatez del camino. Se borra el horizonte y con él, la velocidad. Toda la masa verde, mojada, vibrante pasa de paisaje a pintura, de foto a fresco, de forma a fondo. Y del camino, de las ruinas que quedan de él cuando la niebla lo muele, aparece otra cosa, una forma acuosa e indefinida. La luz es la luz y desnuda lo artificial y tosco del guarda raid, el trazo de la pintura amarilla en el asfalto y las miles de piedras que hacen el asfalto. En ese momento, uno tendría que salir del auto y ver todo en la foto. Congelar la niebla y hundirse. Y sentir lo que no siente al auto, y ver lo que no ve la foto, y llegar a donde nunca se llega, y saber lo que no saben las señales.