Monday, August 03, 2009

Onceava clase - la varadura y los dioses


I
En el embarcadero no hay viento y el sol tiembla sobre la superficie del agua.

Antes de pasar a buscar al Capitán, ponemos la mayor y la genoa

Las más grandes velas que hay en Matilde

II
La masa de agua del Plata
esconde el fango
lomas oscuras de tierra y basura.

aunque las boyas señalen el peligro,

son marcas erráticas, débiles

intentos por señalar lo que nadie pudo ver jamás.

III
En Conchillas, Uruguay vimos el pozo en el monte rocoso de donde se sacó la piedra para construir el puerto de Buenos Aires. Es un falso río seco. Una cantera con el esqueleto desnudo y oxidado.

Es sábado, y ese edificio crece y oscila en la proa.

Cuando uno ve lo que está y de donde vino, uno cree verlo todo.

IV
“hay que evitar los caños” dice el Capitán, señalando una armazón de tubos negros que sacan la tierra del fondo del Río. Hay al menos un kilómetro entre esa máquina y la costa.

Ese es el pasaje por el que nos lleva el viento.

V
El viento del este es molesto, recorta el rumbo del velero como un papel viejo.

“Hay mucha vela”, dice el Capitán

La tripulación hace riso en la mayor. La maniobra consiste en reducir la superficie de la vela bajándola unos metros y tomando parte de ella sobre la botavara.

No por tener mayor superficie de vela la navegación es más rápida.

VI
El viento no alcanza para saber si el agua sube o baja. Hay que ver la estela que se forma en algún objeto fijo. Una boya, un palo, un faro flotante.

El Río de la plata crece y baja atado a la luna.

VII
Cuando la tripulación parece encontrar en el puerto de Buenos Aires un destino

El quillote toca el fondo, muerde el fango, corta el camino.

Matilde se vara en el medio del río.

VIII
Tener una quilla que cala hondo, permite tener mayor arboladura, Matilde cala un metro treinta, pero eso aumenta el riesgo de vararse, dice el Capitán.

Clavado, el velero se levanta con las olas
cae y choca contra el fondo
haciendo temblar todo el cuerpo de Matilde.

Aunque toda la tripulación se cuelga de babor para inclinar el barco y despegarlo del fango, aunque el motor desata sus quince caballos, aunque el viento arrachado hunda las velas, nada saca del barro la nave.

IX
Marchar hundiendo el cuerpo en el agua, profundo, palpando el fango

Afirma la navegación, permite navegar contra el viento.

X
En la película de Miyazaki, Chihiro recibe en los baños públicos al dios del río. La bestia voladora, negra y espesa, arrastra toda la basura de su lecho, los restos inútiles de los hombres, la mierda metálica y plástica que el barro no termina de tragar.

Chihiro lo lava, lo enfrenta, rechaza el oro, pregunta su nombre y rompe el hechizo.

Uno no solo navega contra el viento y la marea,
el dios del río trae en el cuerpo el hambre de un dios que puede masticarte el camino.

Navegando, la tripulación también aprende a enfrentar a los dioses.

XI
Como el lecho del río,
los dioses no tienen cara y arrastran la basura de los hombres.

3 comments:

Javier Delfino (javoc) said...

El Río de la plata crece y baja atado a la luna. Y nosotros también estamos a tados a ella por la cantidad de agua que llevamos dentro. El humor sube y baja dentro del barco, y nos rendimos y volvemos a pelear hasta que lo sacamos, lo despegamos del fondo. Nos hay mejor enseñanza que quedarse barado, navegar de noche, tener neibla, frío, viento arrachado y calmas inquietantes. El río es el mejor maestro. Una vez inspiro a Shakyamuni y lo invitói aa quedarse hoy nos olbiga a vivrlo a fuerza de baradas. Salud! Flor de caña para todos.

Shalena Mitcher said...

había leído la verdura y los dioses!

navegarte@yahoo.com.ar said...

ya arregle la mayor y le di una mano mas de barniz al costado de la carroza...