Sunday, June 28, 2009
sexta clase - virar en redondo
La boya cardinal indica la orientación por dónde hay que dejarla atrás.
Norte, nor-este
Besando con el casco las letras de su nombre: bikini
Pero no es dejando atrás las señales que se aprende cómo navegar, sino volviendo a ellas todo el tiempo,
Anudándose a lo que indican, rodeándolas
Y mirándolas de cerca, de lejos, por todos los lados de su cuerpo metálico flotante.
Para eso, el hombre al timón ordena la maniobra, y hace de la marcha un círculo cada vez más pequeño.
“La pulsión siempre rodea al objeto”, decía un profesor, repitiendo a todos los profesores que se vestían en el mismo país
Y de eso se trata el aprendizaje. Rodear, sobre una masa de agua dulce, algo que flota y señala, veinte veces al menos
Y después alejarse, sin mirar atrás, recordando las maniobras
para llevarlas en el cuerpo
hasta un puerto
la playa
la próxima señal
Sunday, June 21, 2009
quinta clase - bruma
Cuando ya no hay orilla,
Y los márgenes de la mirada entran en blanco
El capitán pregunta cómo se sabe para donde ir.
El viento
La forma de la ola
La carta
Posibles respuestas de la tripulación.
Mientras tanto, el barómetro baja, el viento frío avanza y se posa sobre la mañana como un cetáceo en la orilla de arena.
la tormenta posible desnuda el barco, la navegación
nuestra fragilidad íntima.
Aunque los mensajes de texto lleguen a otro país y desde ahí los respondan en menos de diez segundos
El Pampero puede llevarse todo, y hacernos entrar en la bruma,
Dejando que los márgenes emplumados nos mastiquen en el frío.
Friday, June 19, 2009
cuarta clase - las olas
Otra vez norte, el viento corre
Duro
Liviano y frío
como la palma de la mano
desnuda
que se asoma por la ventana de un auto
el capitán esta vestido de fiesta, e ilumina con su cuerpo a los otros barcos, como si fuera un faro,
pero son sus palabras las que dibujan las boyas en el horizonte,
el rumbo, el camino.
Las velas hacen del cuerpo un dínamo, un adjetivo que se suelta, una mujer hermosa que te despierta a la madrugada,
Pero sin el timón no hay cancha ni camino
Y el mayor placer es sostener la recta, y a la vez, sentir como la ola siempre amenaza, como un deseo repentino y tenaz, con hacer derivar el barco hacia cualquier lado
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