Thursday, March 27, 2008

canción casi cursi para un ex libro




Comodín de la a A la zeta

Comodín si se fue, si regresa

Si se tira en el cama

y no se quiere ir más.


Comodín en la espalda de la noche

con la sábana sucia y enroscada

el olor oxidado en la almohada

con lo que queda, lo que falta

Cuando ya no hay más.


Comodín si la cáscara no alcanza,

La máscara espanta o dejas de reir.

Comodín en el pozo del odio

En los besos de otro, en tu mal

en mi mal.


Comodín de la eme a la zeta

si se fue, si regresa

si se cae en la cama

y no se duerme más


Comodín si la boca se te seca

si muele el ardor la madrugada

crece el amor debajo de la cama

y las flores huelen tan mal.


Comodín entre vos y la madrugada

en la frazada que son

algunas últimas palabras

en lo que queda

en lo que nunca va a estar


Comodín de la W a la Zeta

en tan poco pasado

en perder en la risa

por los besos que guardo

en un libro prestado

que no va a estar más.

los txipirones



El primer Auzmendi vino desde un pueblo llamado Ataun, a unos 40 km. De San Sebastián, internándose en las montañas verdes de Guipúzcoa. En ese pueblo dormí los días que estuve en el país vasco. A la noche me fumaba un Gitanes negro sin filtro en la galería del jardín y buscaba canciones en la memoria.

Entre Ataun y San Sebastián cada casa tiene su huerta y en ella se cultivan lechugas, cebolla dulce, brócoli, tomates, entre otras verduras. La gente come lo que crece en la huerta tomándolo de ella solo en el momento de cocinar.

También hay cabras llevada por pastores por los caminos y las montañas. Todos ceden el paso a las cabras.

Viniendo desde el sur, como llegué yo, el paisaje se va transformando de piedra a agua y de agua a valle. Como si nubes verdes y luminosas cayeran sobre las montañas y se derritieran hasta los ríos. Hay cientos de verdes distintos.

San Sebastián forma un arco de luces con el mar entrando como un amante entre montañas y piedra. El día que llegué, llovía. En la playa no había nadie, y nadie faltaba.

Sobre uno de los lados de la playa, el barrio viejo vuelve la ciudad a una geometría precisa y ordenada. Hay bares pequeños, algo ruines y ruidosos que ofrecen, en platos, sobre la barra, tapas frías. Las calientes se sirven por pedido.

En uno de ellos, comí una de las cosas más ricas que probé en mi vida. Eran unos chipirones (txipirones) con salsa verde y acostados, mansos y apenas crocantes, sobre un pedazo de queso de cabra.

Cuando era chico amaba las historias de barcos y navegantes y había un libro que quería mucho, en el que se veía un pulpo rosado que me fascinaba. Solo los chipriones, a los que llamaban calamaretis, en un restaurant de Valeria del mar vencieron a las rabas en mi gusto. Yo tenía 10 años. Lograba comerme el pulpo del libro.

Cuando abrí este blog, iba a volcar en él historias, imágenes y crónicas gastronómicas. Después hubo poesía, amores, olvidos, viajes, abstracciones, memorias, postales. Pero el título habla de ambas cosas, ya sin distinguirlas. El camino, es quizás el mismo. Búsqueda de sabor, en las cocinas, en las ciudades, en la memoria, en los amores. Un sabor que a veces está perdido. A veces se pierde. A veces está lejos. A veces no. Y siempre hay que buscarlo.

Thursday, March 20, 2008

estrella


Yo quiero la estrella de la mañana
¿donde esta la estrella de la mañana?
Mis amigos mis enemigos
Busquen la estrella de la mañana

Desapareció iba desnuda
¿Desapareció con quién?
Busquen por todas partes

Digan que soy un hombre sin orgullo
Un hombre que acepta todo
¿Qué me importa?
Yo quiero la estrella de la mañana

Tres días y tres noches
Fui asesino y suicida
Ladrón, falsario, indecente

Virgen mal sexuada
Atribuladora de los afligidos
Jirafa de dos cabezas
Pecad por todos pecad con todos
Pecad con los granujas
Pecad con los sargentos
Pecad con los fusileros navales
Pecad de todas maneras
Con los griegos y con los troyanos
Con el padre y el sacristán

Con el leproso de Pouso Alto

Después conmigo

Te esperaré con kermeses novenas jineteadas
comeré tierra y diré cosas de una
ternura tan simple
Que tú desfallecerás

Busquen por todas partes
Pura o degradada hasta la última bajeza
Yo quiero a la estrella de la mañana.


Manuel Bandeira

azulejos

Pensar que había un barco pirata hundiéndose en la espalda de mi sueño, caracoles atados en un collar que traía olas y sirenas a la cama. Pensar que los cangrejos de mis manos, me caminaban hasta atrás del odio. Pensar que los sueños se ordenaban como azulejos. Pensar que yo dormía. Pensar que no.

Tuesday, March 18, 2008

No, no estoy dónde

Sino aquí, riendo

No miro dónde descubrirme

Si no ustedes tratan de

No, no estoy riendo

Sino donde descubrirme

No estoy donde miro

Sino aquí

riendo

Monday, March 17, 2008

ojos


1.

Desde el lomo de una yegua negra

La noche cruzada por un rayo celeste, es un imán y un pozo.

Lo mismo que abisma, atrae, muele

te mastica el ansia como si fuera bronca, masa, papel picado


y si cerras los ojos.

Si cerras los ojos…

2

Por el cabeceo voraz del hambre animal atada

el Cuerpo de mi hombre tiembla, resiste. Tirando de las riendas, la fuerza nada como atravesando una ola de mar

y del otro lado, el sol y un horizonte.


y si cerras los ojos.

Si cerras los ojos…

feliz

Yo fui feliz en la casa de mi abuela. Aprendí a nadar, a disparar un revolver y a besar una mujer.

Friday, March 14, 2008

Thursday, March 13, 2008

el alto

El alto nombra en el pueblo de algunos de mis parientes españoles, al altillo donde guardan los alimentos secándose o en conserva.

Ahí están, las uvas que serán pasas para la sobremesa y las campanadas del fin de año. La huerta cocinada para la vida casi eterna. El cuerpo de madera abierto como una res, ordenando el tiempo futuro, su alimento. Entre los cuartos y el techo, un ambiente sin artificios para secar, proteger, guardar. Un bunker cotidiano esperando. Ahí está la tierra, la luz, las noches. A veces uno dice uno, para no decir yo. A veces uno guarda. Se guarda.

Si uno conserva habrá alimento en el futuro. Pero si uno quiere hacer la cosecha toda conserva, ordenar por tamaños el trabajo o los animales salvajes conquistados, dar un cuerpo blanco a lo que se va a comer y orientar el hambre a una conquista del futuro, el hambre será otra cosa. A veces uno dice uno y quiere decir yo. A veces uno guarda el futuro en el altillo, cierra cocinando al vacío lo que hará abrir el hambre, y cree que se puede dar un orden a todo eso.

A veces uno dice uno, y no es uno.

Sunday, March 09, 2008

no quiero más

fantasmas

Había unos balcones con luces de colores, hilvanadas por un cable blanco. Un tren, creo que era un tren, roto. Un fantasma con un vestido de algodón blanco, diciéndome que no. La casa de mí, niño, con las luces prendidas y prendiéndose fuego. Una mesa de madera con dos vasos de cerveza, las plumas verdes de un animal artificial, la memoria de un beso. Un fantasma con un vestido de algodón blanco, riéndose. Una caravana de gatos con flores, un puente de papel entre mis manos dormidas, el último bolinho de bacalao. Un camino que terminaba en un sofá cama, la sed a la mañana, mi mal. Una guitarra en una cama deshecha, un café frío, un balcón desde el que se veía el mar. Un fantasma con un vestido de algodón blanco, bailando. Un camino hacia un bar en ruinas, un beso en mi espalda, un mapa comido por la humedad, una moneda de 1 Real. Había fantasmas, fantasmas que no veo más.


Monday, March 03, 2008

felicidad

La felicidad está en Manchester, en un día de domingo, en decir no. La felicidad es un monstruo con alas que te da miedo dos o tres veces en la vida. A veces es una canción a las dos de la mañana, en la A.M. Es un plato de papas fritas cortadas a mano. Una inundación que colapsa el tránsito. Caminar entre el tránsito leyendo el Radar. La felicidad está en Manchester, en una carta escrita con tinta china, en decir chau con elegancia. Una vez fue una silla que encontré en la calle, y la calle en que dejé seis botellas con poemas adentro. Una boa de tul naranja, la serpiente que me mordía el pecho y logré dormir, la máscara de odio que descarté en un beso. La felicidad está en Manchester, en una mujer que se saca los zapatos, en un vestido aparecido entre un millón. En haberse ido, en volver a jugar. En el segundo Manhattan, en el mapa hundido en la espalda del sueño, en el olor del pan. La felicidad está en un avión que despega, en la sábana que nos enrosca las piernas, en la sala de preembarque de un aeropuerto internacional. Es tener palabras, romperles la cáscara con las manos, y que no quede nada más. La felicidad está en Manchester, en unas alas de plumas, en haber querido ya.

incendio

En el Once se incendió un depósito clandestino de cotillón porque no había agua, ni cerveza, ni fiesta. En Nueva York se incendiaron las torres gemelas porque dos aviones se clavaron hasta la medula de su estructura. Las oficinas se prendieron fuego porque están llenas de papeles, cables, memorias, escritorios de madera y plástico, cortinas americanas y basura. Seguramente había agua, embotellada, pero ninguna fiesta.

En Rio de Janeiro, la gente compra hasta los días previos al carnaval, cotillón y fantasías en el barrio de Saara. En un gesto de practicidad carioca, eliminaron la h y la referencia exacta al desierto. En el desierto del Sahara, no hay agua, ni fiesta, ni cerveza, pero tampoco incendios. Un incendio posible, sería hacer atravesar un bloco da rua por el desierto, con toda la gente fantaseada, cantando una marchina.

Una marchina popular dice: “decís que cachaça es agua, cachaça no es agua no, cachaça viene del alambique y el agua del río”… En la calle, la gente bebe cerveza, y en los bares suman la cachaca. No vi gente en los bares tomando agua. Rio esta atravesada por varios ríos, que se pierden entre los morros. En verano, las calles están mojadas, con charcos en que se mezcla los desagües de los barrios y las favelas, sudor, meo, y el agua del hielo que enfría la cerveza.

Viendo un mapa de Rio, gran parte del espacio esta ocupado por zona verdes: morros, selva, piedra. Ni calles, ni hombre, ni marcas. En esas zonas, crecen varias de las cientos de favelas. En Santa Teresa, un barrio de antiguos hacendados, de noche se escuchan las ametralladores disparadas en los barrios que ocupan las partes altas del morro. El carnaval, se vive de día, cuando la luz deja ver las fantasías, la cerveza es agua y se ven las caras que oculta la noche, los morros y el sueño.

En el Once se incendió un depósito clandestino de cotillón porque no había agua, ni cerveza, ni fiesta. El carnaval dura cinco días, Rio siempre está a tres horas de avión, todos los meses son más largos que Febrero. El cotillón está cerca, de la línea B y del 93. Encerrando las fantasías en planes y planos clandestinos, manteniendo siempre seco el papel picado, y guardando la fiesta en unas fotos, ya viejas, la mañana después, el año se transforma en un depósito del Once, mugriento, ordenado, oscuro y siempre a punto de prenderse fuego.