Thursday, December 28, 2006

Wednesday, December 20, 2006

la construcción de un barco en tres pasos y su posible utilización como sombrero para cuando la casa amenaza naufragar entre...

... los mil milímetros que caen en mi calle en unos veinte, veinticinco minutos una noche de diciembre y solo con la estimable ayuda de dos francesas, un secador, dos valerinas, la música de Pink Floyd y Los Lobos y un balde se hizo posible salir a flote






casa


Una casa (del latín casa, ‘cabaña’) es vivienda construida por el hombre que no suele superar los 2 ó 3 pisos de altura. Funciona como un refugio contra la lluvia, el viento y demás agentes meteorológicos y de posibles intrusos humanos o animales. Cuando está ocupada permanente como vivienda por los seres humanos, una casa es llamada hogar. La gente normalmente esta ausente de su hogar la mayor parte del día para realizar sus labores de trabajo o por recreación, sin embargo típicamente regresan a ella para dormir.
Una casa tiene generalmente por lo menos una entrada o más, normalmente en la forma de una puerta o un portal. Muchas casas tienen puertas traseras que se abren en el patio trasero y pueden poseer cualquier número de ventanas.

Tuesday, December 19, 2006

Una pared vieja, un gato que espera, Rita que se aleja y la venecita de latex


Gatos que crecen
Fantasmas

Entre las huellas de la carne testigo
Ojos rojos sobre la sábana

Almohada

Desierto.

Los colores
Son el amor

La espina dorsal

Un viaje y la palma que roza la mejilla.

hay Gatos que trepan
Fantasmas

Entre las paredes que hacen arcadas
De humedad
Entre rios internos y la sed solar a la mañana.

Los colores
Son el ardor

Las plumas de las alas
en las gotas de la noche
en la cama.
los gatos
testigos
el color
amor
no

uno

Mas ¡Oh buen Dios! ¿Qué título daremos a la suerte fatal que agobia a la humanidad? ¿Por qué desgracia o por qué vicio, y vicio desgraciado, vemos a un sinnúmero de hombres, no obedientes, sino serviles, no gobernados, sino tiranizados; sin poseer en propiedad ni bienes, ni padres, ni hijos, ni siquiera su propia existencia? Sufriendo los saqueos, las torpezas y las crueldades, no de un ejército enemigo, ni de una legión de bárbaros, contra los cuales hubiera que arriesgar la sangre y la vida, sino de Uno solo, que no es ni un Hércules ni un Sansón; de un hombrecillo, y con frecuencia el más cobarde y afeminado de la nación, que sin haber visto el polvo de las batallas, ni haber siquiera lidiado en los torneos, aspira nada menos que a gobernar los hombres por la fuerza, incapaz como es de servir vilmente a la menor mujercilla ¿Llamaremos a eso cobardía? ¿Llamaremos cobardes a los que así se dejan envilecer? Que dos, tres o cuatro personas no se defiendan de uno solo, extraña cosa es, mas no imposible porque puede faltarles el valor. Pero que ciento o mil sufran el yugo de Uno solo, ¿no debe atribuirse más bien a desprecio y apatía que a falta de voluntad y de ánimo? Y si vemos no ciento, ni mil hombres, sino cien naciones, mil ciudades, un millón de hombres, dejar de acometer a Uno solo y prestarle vasallaje, mientras que éste los trata peor que infelices esclavos, ¿diremos que sea por debilidad? Todos los extremos tienen sus límites: dos y aún diez pueden temer a Uno; pero no será por cobardía el que mil, un millón, un sinnúmero de ciudades, no se defiendan de él, puesto que la cobardía no puede llegar hasta este punto, así como el valor no se extiende tampoco a que uno solo asalte una fortaleza, acometa a un ejército o conquiste un reino. ¿Qué monstruosidad pues será ésta que, ni el título merece de cobardía que no halla nombre lo bastante vil, que por su bajeza se resiste la naturaleza a conocerla y la lengua a pronunciarla? Póngase cincuenta mil hombres para combatir contra otros cincuenta mil; dispóngase la batalla y llegue el momento de acometerse, los unos peleando por su libertad y los otros para arrebatársela; ¿A favor de qué partido se prevee la victoria? ¿cuáles irán más animosos al combate, los que aspiran al mantenimiento de la libertad en recompensa de sus sacrificios, o los que van a derramar su sangre para vivir en esclavitud?

(extraido de "La servidumbre voluntaria")

la noche acuática




Un guerrillero no muere para ser colgado en la pared,

en mi remera impreso en rojo

en capas blanca, camisa de seda, negra, saco comprado hace una semana,

humo, enrevesado
desde la sala de preembarque del baile de las 2 de la mañana.

Un banco de cientos de años y confesiones
Sentado en mí, contra las miles de gota por segundo
Creciendo en la noche, en diciembre, en los papeles del piso.

Noctámbulo mi frio tiembla. La madera de mi mano derecha
Se astilla acariciado por el sudeste helado.

Mi Casa
en la ventana del teléfono, llamando

Una voz en francés mojada
Anuncia sus manos entre Valerinas amarillas

El viaje que cala su cuerpo
En una tormenta
Accidente
O amor. Oh amor, deletrea en francés pero al final
Es castellano el deseo.

El taxi que me lleva encierra un corazón estrujado por el mal amor
Un vals peruano y la chichi que le escucha las canciones.
Córdoba de punta a punta
Cruje entre las luces azules
El teléfono color marfil recibe dos mensajes:
Ya estoy en casa
Dale, pero después de las 3 y donde vos

El agua sobre el parqué, dos figuras
Humanas y bellas cruzando un océano delicado y fosforescente

En la pared blanco un corazón de luces de navidad,
El altar de Rita y Marilyn que navegan en un barco de más
De 50 años.

La puerta cerrada que no

El vecino fantasma deambulando atado a los boleros de mi audio

La mujer de al lado atraviesa el suelo desde el patio del palier hasta la vereda insertando así una línea metálica que desata la mugre, hojas, tierra, papeles perdidos, los restos de los balcones, el llanto de la niña del segundo c,

Cuece la vereda desde abajo abriendo una herida en el tubo, en la tierra, cortando el cuerpo del agua y haciendo aparecer gotas de sangre marrón, negra, gris sobre los adoquines de Arévalo.

Mientras el patio con relucientes venecitas de latex se ve debajo de 15 centímetros de agua y la puerta cerrada que no

Y el agua vuelve a entrar y baña el parqué como a la costa del Cabo Santa María a las seis de la mañana, como al cuerpo de un bebe, como la mejilla de una nena

La cama espina y cobija las caras. Entre las gotas que se siembran bajo el colchón, enciendo Mother

:

Do you think they’ll drop de bomb.

67 sobre 100 en el volumen de la TV para Floyd
Y los vecinos que igual cantan el feliz cumpleaños

Saco agua con el secador, con los ojos, con el hambre.

Bailo y caigo en la cama exhausto, lleno de amor
Entre luces y corazones,
Y Con el che en mi pecho


Monday, December 18, 2006

Tuesday, December 05, 2006

hamburguesas - parte 2

Comida de bar
Uno va a un bar, bebe una cerveza espumosa, con el lúpulo floreciendo en el aroma que nos invade y la frescura de la malta iluminando nuestra sed. Luego de la primera o segunda el hambre se abre como un mapa, marcando la extensión en escala de nuestras ganas de comer. Entre cervezas y tragos una buena hamburguesa siempre es una gran opción. Simple, sabrosa, completa, condimentada, el pan apenas crujiente y embebido en salsas y jugos de cocción. Acompañada de papas fritas, aros de cebolla o solitaria, alegre y en el medio del camino de nuestra noche.

Hamburguesas en Buenos Aires y alrededores
Con el desembarco y crecimiento frenético de los locales de comida rápida, los lugares donde comer hamburguesas parecieron replegarse, esconderse en huecos del mapa gastronómico de la ciudad. Pero hace ya más de treinta años no era fácil conseguir un lugar donde comer tarde en la noche. A principios de los años 70, Albino Saucedo, camarero en ese entonces salió de trabajar y comenzó a buscar un lugar para saciar su hambre. Partió de la Capital y quiso experimentar en la zona norte. La recorrió desde Vicente Lopez hasta San Fernando y no encontró nada abierto. En ese momento decidió abrir su propio lugar. Nacía El Sport (Constitución 1167, Tel 4745-0020). Confitería ya histórica de San Fernando, uno puede comer la “doble burguer con papas fritas y aros de cebolla” desde las siete de la mañana hasta las tres del día siguiente. Inolvidable. Volviendo con la proa en dirección a las luces de la ciudad hay dos lugares para detenerse. Pepino (Av. Libertador 14475, Martínez, Tel 4792-2570), lugar de encuentro de la fauna norteña, ofrece hamburguesas caseras (cada una pesa 100 gramos). La completa sale con queso, tomate, lechuga, cebolla y mayonesa y se puede comer en la vereda donde la gente de la zona se sienta a mirar y ser mirada. A dos cuadras, The Embers Snack Bar (Av. Libertador 14638, Tel 4792-1347) sigue vigente y ofrece la clásica hamburguesa doble en canasta. Siguiendo el camino de norte a sur y a metros de cruzar la General Paz, es casi imposible no detenerse en Carlitos. El rey coronado en Gesell amplió sus dominios y hoy sirve sus hamburguesas en locales diseminados por Buenos Aires y alrededores. Pero su casa matriz (y el lugar donde vive) está en el local de avenida Libertador 148. Allí, entre 31 opciones la número 8 es la reina y sale con lechuga, tomate, cebolla, huevo frito y panceta. Si uno quiere cambiar el color local por el ambiente de los merenderos americanos, sobre la costanera norte Roxie diner (Rafael Obligado y Av. y Salguero, Tel 4805-0655) ofrece variedad de hamburguesas como la bacon cheese burguer o la chilli cheese burguer. Ni siquiera faltan los milk shakes para acompañar. Saliendo de territorio norteamericano podemos darnos un baño de lujo a la noche y sumergir nuestra hambre en un ambiente clásico. En el Lobby bar del Hotel Alvear ofrecen la “hamburguesa Alvear”. Camareros de saco rojo la traen a la mesa o la posan en la barra y trae entre sus ingredientes queso fynbo, lechuga, pepino, tomate, panceta, cebollas caramelizadas y papas fritas. Si la noche nos hunde en sus luces y sombras, hay buenas opciones para saciar el hambre y salir a flote a tiempo. En Mundo bizarro (Serrano 1222, Tel 4773-1967) se extraen desde su corazón pop rojo buena comida de bar. Allí la hamburguesa es preferible acompañarla con algún cóctel, buen whisky americano o hasta un ron de alguna isla caribeña. Y esperar que la noche dure tanto como nuestra sed. Como en toda historia de los últimos doscientos años, en algún momento aparecen los ingleses. En este caso, dos bares ambientados, uno como algún pub de la capital de la metropoli y otro como un par de algún rincón colonial (y oriental) del Imperio. Gibraltar (Perú 895, Tel 4362-5310) sirve una hamburguesa con doble carne, lechuga, tomate, panceta y cebolla, ideal para acompañar con la cerveza negra artesanal que sirven tirada. Bangalore (Humboldt 1416, Tel 4779-2621) varía de las clásicas completas para tentar el hambre de los habitues con ‘burguers’ de queso azul y panceta, queso fundido y champignones o carne especiada, queso y cebolla. Y más allá de este collar de lugares, hay otros, en los barrios, en el corazón fantasma de la ciudad, semiocultos y agazapados esperando por nuestra hambre voraz y noctámbula.

Lejos de cadenas que las uniforman las hamburguesas se mantienen vivas. Los EEUU nos han dado el jazz, el blues, los automóviles, a Marilyn, Bogart, Elvis, el rock and roll, los superheroes y también las hamburguesas tal como las conocemos. Celebremos el obsequio reivindicándolo con la mejor carne de nuestras pampas junto a la cerveza que más nos guste y en el bar de nuestra mejor noche.

Friday, December 01, 2006

hamburguesas - parte 1

Mongolia, Rusia, Alemania, el océano Atlántico y América: la ruta de la hamburguesa

La leyenda dice que ya los mongoles en el siglo XIII molían carne de los animales que cazaban en la región para que sea más tierna. El imperio mongol se expandió y el nieto de Genghis Khan, Khubilai Kahn, llega a invadir Moscú. Con la invasión desembarcan en la capital de la antigua URSS ciertos hábitos alimenticios. La preparación de la carne molida y cruda para banquetes es adoptado por los antiguos rusos. Como a los mongoles los llamaban tártaros, el plato pasará a llamarse steak tartare. Este plato que hoy se puede comer en lugares como el restaurant del Hotel Claridge (Tucumán 535), se puede considerar el primer antecesor de la hamburguesa. También hay referencias de la existencia en el Imperio romano de un plato de carne de res molida con piñones, sal y vino pasado en el interior de un pan. Y este a su vez procedería de una receta egipcia. Los alemanes lo encuentran en sus viajes y comienzan a agregarle cebolla, huevo y condimentos. La hamburguesa iba tomando forma. En Alemania se afirma que un tal Otto Kuasw, cocinero del puerto de Hamburgo, elaboró un sandwich con la carne molida y frita en manteca con un huevo frito encima y entre dos panes. A inicios del siglo XIX Hamburgo era el puerto más importante europeo. Allí se embarcaban quienes partían a la floreciente América. Los marineros que cruzaban el atlántico llevaron entre sus gustos y conocimientos el de la “carne al estilo de Hamburgo”, que era la carne molida, con algo de cebolla, huevo y cocida. Los mismos marineros comenzaron a servirla en puestos que montaban en el puerto para los cuerpos hambrientos de quienes movían los barcos en los viajes trasatlánticos. Ya entrado el siglo XIX con el crecimiento sostenido de las ciudades norteamericanas por el crecimiento industrial y el esfuerzo de la mano de obra inmigrante, la clase trabajadora con poco tiempo y presupuesto encontró una manera de comer una merienda al paso: los sándwiches de hamburguesas. Estos comienzos quedan registrados en el imaginario y a partir de allí comienza la historia oficial. Hay distintas versiones sobre el origen de la primera hamburguesa en su forma oficial. Una de ellas dice que nace en Seymor, Wisconsin en 1885, donde Charlie Nagreen, de solo quince años empieza a ofrecer en su puesto de comidas la carne entre panes para que los clientes que yiraban por la feria pudieran comer con la mano. Otra historia dice que Frank Menches en 1892 durante la feria del condado Akron Ohio o en el local de Fletcher “Old Dave” Davis, en Athens, Texas. Lo cierto es que en la feria mundial de St. Louis en 1904 ya era un éxito. Y desde esos días iniciales del siglo XX, las hamburguesas se han transformado en una comida mundial. Muchas veces bastardeada, ninguneada por chefs y paladares sibaritas, y maltratada en producciones en cadena. Ya en el siglo XXI, y en medio del mapa gastronómico diverso de Buenos Aires… ¿por qué comer una hamburguesa?