
Friday, June 27, 2008
Tuesday, June 24, 2008
diez visiones sobre el futuro, una madrugada
El futuro guarda una especie de placer. Es un papel, se pierde en la sombra de una taza de café. Se recorta por hermoso, se lee, dice ‘siempre’. Es erótico tal vez, se encuentra, está a veces en el diario.
El futuro esta casi debajo de la almohada. Escrito, en un libro que ya sé que no voy a terminar de leer. En la cama que no se hace, en las sábanas blancas, solo una noche usadas. Usa traje italiano, sombrero, y esta fotografiado.
El futuro tiene alas. Anda en tren, cruza puentes, sube y baja una montaña. Viste de blanco en verano, y se palpa con la punta de los dedos de una mano. Se le ve la nuca y un collar. Se lo ve desde atrás, y se lo desea aún sin saber su cara.
El futuro está desnudo, en el fondo de una taza. Tiene restos del calor, de papel, de una planta cosechada. El futuro está encerrado en porcelana. Se desviste con la boca. Se bebió. Tiene pasado.
El futuro es una sombra. Y otra sombra que lo acecha. Es un entramado de piedras puesto a mano. Es el frío de perfil, un mediodía. El futuro es la ausencia de una cama cuando la sombra se acuesta. El futuro se saca fotos a sí mismo y no las guarda.
El futuro está en los ojos de los gatos, en la matriz que forja clavos, en las paredes que aún viejas no se caen, en la mano en la maza. El futuro está en el sol, que cubre el sueño como una sábana. El futuro está en el sueño. El futuro entra por la ventana, está en silencio, a veces tiene los ojos cerrados.
El futuro es una ventana, unas flores que nunca mueren, una mesa iluminada. Está en el cielo, en las nubes que se expanden y cruzan de un país a otro. Es la risa que no se ve, un vaso vacío, está en las marcas en la remera de la cama. El futuro es una casa de verano a la que se vuelve a vivir, una jaula que no sirve para nada. Es una casa en la que se vuelve a vivir.
El futuro es un globo con fuego adentro, un pulmón, una ronda. Se suelta en el techo de la casa, vuela, y si cae, lo hace en llamas. El futuro tiene mujeres, amigos, ciudades, noches de fiesta. Al futuro hay que sostenerlo hasta que se infle, y recupere su forma dormida. El futuro ilumina de cerca, y señala de lejos.
El futuro se arma con las manos, con la mirada, haciendo equilibrio. El futuro se arma en un ambiente con la puerta abierta a cualquiera. Un lugar donde se come, se bebe y hay historia. El futuro es un móvil, un papel, un juego. En el futuro se navega.
El futuro esta en la calle. Quizás solo en las luces de la calle. O en su noche. El futuro es gigante, con luces amarillas, multinacional y está cerca de una estación de tren. Tiene un río rojo y perlas blancas. Se ve cuando uno se mueve. Es uno.
Brasil
Hay un tren que se tuerce como las palabras cuando rien, un champán tan frio como la cerveza más helada. Los caracoles que se meten en la almohada, su rio, su voz, la pinga que te saca de la cama. Una taza de café con la verdad que fue enterrada, ya desnuda y deletreada. Los restos de la lasagna italiana, el mato que te hiere, la sirena que te llama. Los santos que protegen de morir en el bar de madrugada. La ventana que se abre al jardín y las alas verdes, que un amor dejó sobre la cama.
Monday, June 23, 2008
la historia
Hasta estas costas llegaban las vacas que arreaban los jesuitas, con el trabajo de los indios misioneros, a principios del siglo XVIII. Carne para las misiones. Carne para las colonias.
Etienne Moreau, corsario francés, desafió a portugueses y españoles, y llegó hasta la costa de Valizas en 1717 y logró un acuerdo comercial con la comunidad indígena de la región para proveerse de cueros. Exitoso en su empresa comercial, volvió con refuerzos en cuatro barcos y mantuvo una factoría para trabajar los cueros. Dicen que los portugueses y contrabandistas de tierra adentro, cooperaron con el negocio francés instalado en esas costas. ¿Con qué habrán recompensado a los habitantes indígenas?
Los españoles decidieron acabar con el negocio francés y desembarcaron en 1720 en inmediaciones del arroyo de Valizas. “Conducidos los españoles por el nuevo baquiano y transitando con acentuado riesgo por ríos y bañados, continuaron la marcha con gran dificultad, llegando el 24 de mayo de
En los médanos que se ven en el fondo, se demarcó el límite entre los reinos lusitanos y españoles en el tratado de Madrid o Permuta, en 1752. Había una placa que marcaba este hito, aunque esta ha desaparecido. La tierra parece entrar en el Mar, y forma un contorno con varias puntas. Estas forman un tridente. La llaman Punta del diablo. Detrás de las dunas, y caminando por la playa, se llega a Cabo polonio.
En esas dunas, se pueden encontrar restos de fósiles de animales prehistóricos y de los campamentos indígenas. Varios pobladores atesoran morteros, puntas de flechas y hasta boleadoras.
A la izquierda de las dunas, se ve una línea oscura, delgada, apenas sobresaliendo de la línea del horizonte. Ahí hay una colonia de lobos marinos. En 1833, se fundó
Dejamos una red en el mar, todo un día y la noche. A la mañana encontramos unos siete pescados. No eran grandes, pero comimos cuatro personas. Estaban muy ricos.
Al final de la playa, sobre la derecha, fuera del cuadro, está el arroyo que en primavera logra descargar su agua dulce en el mar. Nunca se sabe como armará su curso cuando las aguas crecen. Algunos años arrasó con las casas que estaban cerca de la costa. Desde la laguna hasta la desembocadura del arroyo, se tienden trampas para cazar pescados y camarones. Así, en la parte de agua dulce que está más cerca del mar, solo se encuentran camarones pequeños o lisas. Dicen que también algún lenguado.
La zona en que está Valizas está dentro de lo que se da en llamar “El infierno de los navegantes”. Muchos barcos han naufragado en esas aguas. En 1842 se hundió
En 1869 naufragó el bergantín “Bessie Stanton” de bandera inglesa. Llevaba rieles para el primer tren que se estaba montando en Uruguay. Hoy ya no hay trenes funcionando en Uruguay.
Dicen que hay un barco hundido que traía yerba. Y que algunos se sumergen en el agua a buscar los paquetes, los secan al sol y así se proveen para los mates.
En el bar del pueblo, se come, milanesa, papas fritas y, a veces, algún guiso.
Una cámara encuadra una parte, pero la historia hay que atraparla. A veces con un arpón, a veces con una red, a veces mirando el cielo.
Friday, June 20, 2008
tampoco haría cocina

“El goloso no es solo aquel que come con pasión, aquel que no deja nada en el plato ni en el vaso, aquel que no inquieta jamás al anfitrión con una negativa, ni a su vecino con arrebatos de sobriedad. También debe aunar el más estridente apetito con cierto humor jovial sin el cual un festín no es mas que una triste hecatombe. Con facilidad de expresión debe afinar el al limite su capacidad sensorial y adornar su memoria con multitud de anécdotas, historias y relatos divertidos con los que llenar el vacío entre los servicios, a fin de que las personas sobrias perdonen su apetito”
La sardina, por ejemplo, “tiene que ser cogida en su flor”, dice, “ya que, semejante a una virgen bella y tímida, todo lo que la oculta la afea. Ya se sabe que Venus nunca fue tan hermosa como cuando, desnuda, salio de las olas”. A condición de coger los comestibles “en flor”, todos podrán dárselas de grandes golosos, de expertos gastrónomos. Añade: “Esta probado que cada cosa de este bajo mundo quiere ser servida, cogida y comida en su punto. Desde la jovencita, que sólo cuenta con un instante de su vida para mostraros toda la frescura de su belleza y todo el esplendor de su virginidad, hasta la tortilla, que pide ser devorada recién salida de la sartén”
En el goloso, todos los sentidos deben acoplarse al del gusto, pues tiene que saborear os bocados antes incluso de llevárselos a la boca. Es decir que su mirada debe ser penetrante, su oído alerta, su tacto fino y su lengua hábil.
El dinero sólo no basta para conseguir una buena mesa. Hay quien, gastando mucho, ofrece mala comida. Mientras que otro de regular fortuna invita a excelentes comidas. Todo depende de los cuidados, conocimientos y estudios que se han hecho de todo lo que se refiere al arte alimentario. Para llegar a ser anfitrión, se necesita, como para todo lo demás, un aprendizaje. Aún más, es más fácil amasar rápidamente una inmensa fortuna que saber disfrutarla.
La noche, el fin de todo tipo de deberes y asuntos, la dulce luminosidad de las velas, todo lo hace favorable a los amantes. A las mujeres es la comida del día que más les gusta: es el momento en que ejercen mejor su dulce imperio y en el que son más tiernas y seductoras. La noche es su tiempo de dominio irresistible, y tan conscientes son de ello que algunas han firmado divorcio total con el sol. La cena no es solo el ágape del amor, es también el de Apolo. Es cuando mejor se conversa, abundan las ocurrencias, las réplicas amables se suceden, y cada cual se esfuerza por mostrar su talento, comentando lo que ha oído por la mañana. La gente culta es aún más ingeniosa, el deseo de agradar anima a cada invitado, y los mil rostros vivaces que surgen en todos los rincones de la mesa, convierten esta comida en espléndidos fuegos artificiales. Así eran, al menos hace tiempo, las cenas de buen tono en Paris. Hoy solo existen en la memoria de aquellos que tuvieron la suerte de frecuentarlos.
En la cocina al igual que en casi todas las demás artes, no vale la teoría sin práctica, y hasta el que conozca todos los resortes culinarios de memoria será incapaz de preparar un buen guiso si jamás se ha puesto el delantal. Y tampoco a base de ciega rutina, desprovista de conocimientos y de estudios, se logrará ser un artista. Pero teoría sin práctica tampoco haría cocina. El peor pinche le dará mil vueltas en este terreno al alumno del instituto. La cocina comporta tantos disgustos, inquietudes e incluso peligros que hay que honrar a quienes la practican y retribuirles con fama y prestigio, ya que sólo con dinero no se paga a un cocinero.
Manual de anfitriones y guía de golosos
B. A. Grimod de
Thursday, June 19, 2008
La cuestión humana

En el cine Arteplex que está al lado del obelisco, cuando estas viendo una película, el subte te pasa por arriba. O por abajo. O por el costado. Pasa cerca.
El otro día fui a ver “La cuestión humana”. Cuando salí, después de más de dos horas intensas, sentado en la cuarta fila y en encostado derecho de la sala, las cacerolas sonaban alrededor del obelisco.
Caminando para ir a comer una pizza en Banchero, vi a un chico, de unos quince años, cruzando
Voy al campo desde chico, aunque no conocí ahí los cencerros. Casi ni se usan. Al menos no se usan en los campos de
Quien tiene un cencerro es porque no tiene animales. Es un símbolo. Una ilusión. Su sonido no llama a nadie, porque no hay nadie que lo escuche. El que no tiene animales es porque no tiene tierra. Cualquiera que tiene tierra, ahí están los animales.
En la cuestión humana, comparaban la fragmentación de las tareas en la exterminación de personas por los nazis, con las tareas en las empresas contemporáneas. El centro de este orden eran los recursos humanos.
En Banchero hay una foto enorme, que debe ser de los años 30, 40, en que se ve a decenas de hombres de traje, aunque algunos con ellos roídos, y llevan también sombreros, boinas; y, entre exhaustos y felices, miran el foco de la cámara, frente a unos moldes negros, grandes, con unas pizzas de molde recién salidas del horno.
Había una empleada de recursos humanos, muy rubia, que estaba muy caliente con el protagonista, compañero de tareas. Y como mucha atención no le prestaba va a buscarlo a una fiesta con una peluca morocha. Un morocho azabache. Y él no la reconoce. Y hasta parece que la desea.
En una parte de la cuestión humana leen una carta donde se explica exactamente como construían los camiones y los depósitos a los que transportaban a los prisioneros que llevaban a los campos. Era muy importante no apagar la luz hasta matarlos, porque cuando todo se ponía oscuro algunos gritaban. Era muy importante la reja que protegía la luz.
A Banchero entró alguna gente con cacerolas. Se los veía muy contentos. Pero no era la misma alegría de los de la foto vieja. Ahí había trabajo. Había como un lustre en las caras, en los cuerpos. En la ropa. Parecían moldeados por su tiempo. ¿Viste esa gente que se ve que no puede ser de otra época? También Clark Gable era así. Y John Wayne.
Con un cencerro alcanza para ordenar a toda una manada. Con una TV alcanza para que en un recinto como el de un restaurant a nadie le sea indiferente lo que se transmite. Con un ticket que te dan cuando pagas tus facturas, podes sacar dos entradas para ir al cine. Al menos al Arteplex.
En mi casa había una colección de cencerros, todos alineados sobre el durmiente que formaba el borde superior del hogar. Así quedaban, los cencerros, el durmiente de alguna vía del tren y abajo se hacía el fuego con quebracho colorado. A mi me encantaba hacer el fuego. Después pensé que ahí faltaban los animales, la tierra, los trenes y algún bosque. Y también faltaba yo.
De todos los protagonistas de la película hay solo uno que parece encontrar una salida. Está alienado, roto. Escribe cartas para denunciar el pasado, y en el presente habla con la música. Y en el presente come solo en un bar.
La última vez que fui al campo, estuve en una gran estancia en San Luis. Los peones, vivían durante la semana en unas habitaciones, una al lado de la otra, con un baño común. El baño estaba muy limpio. A la mañana, uno se levantaba y preparaba carne a la parrilla, su desayuno. Se los veía muy felices. Tenían un lugar, donde estaba la parrilla y preparaban los mates mañaneros, con una televisión con Direct TV. Entre todos los canales, elegían el 7. Miraban el Festival de Jesús María. Al lado de sus cuartos, había otros, donde dormía yo, ya bien pintados de blanco y con un baño cada dos camas. Y un comedor propio. Luego había otra casa, con galería, cochera y varias habitaciones. Era la del mayordomo. También tenía Direct TV. Había una última casa, del dueño, que iba dos o tres veces al año, y tenía ropa preparada siempre para esos días. Y también tenía Direct TV. La carne que se comía en cada una de las cosas era la misma, se faenaba en una carnicería propia que tenía la estancia.
El campo quedaba al lado de una localidad que se llamaba Nueva Galia. En realidad la estancia. El campo no tiene lugar. Todo es el campo. Cuando yo era chico decía “me voy al campo”. En el colegio algunos me preguntaban dónde tenía el campo. Una estancia no es el campo.
Simon, el protagonista de la película, es ordenado por un jefe que investigué al gerente de la empresa. Este jefe, descubre después, no tiene ni padre, ni madre, ni hermanos. Fue parte de un programa nazi de reubicación de niños. El es el que dice que el gerente parece estar loco.
Un amigo italiano, de familia napolitana pero que vivió mucho tiempo en Roma, me explicaba que la pizza de molde es la que se come en el sur. La fina es la de Roma. En Buenos Aires, la tradicional es la de molde, ancha, contundente. Me acuerdo en los ’90 que aparecieron unas pizzerías más elegantes (en realidad más decoradas), en las que se hacía la pizza fina. Y crocante. La de Banchero no es como la romana.
El hombre que tocaba en la orquesta y comía solo en el bar, dice que ya hoy se habla de problemas. Se dice que hay un problema y luego se detallan las fórmulas técnicas para solucionarlo. Para ‘la cuestión humana’ no hay técnicas. No es un problema. El hombre toca el violín.
Simon es psicólogo. Para conocer al gerente de la empresa, utiliza como excusa una investigación sobre la banda que él formó para tocar en la empresa. Se juntan varias veces en la casa de Mathias, el investigado. El anfitrión bebe whisky, el invitado champagne. Las veces siguientes, ambos toman whisky.
A Mathias se le murió un hijo. ¿Por qué un hijo siempre ‘se le muere’ a alguien?
Simón en un momento va a los archivos a obtener información sobre Mathias. La rubia lo lleva, guiándolo. En la entrada hay dos mujeres jóvenes trabajando en sendas computadoras. La rubia cuenta que están informatizando todo el archivo, desde algo así como 1929. Al llevarlo hasta el fondo del archivo, lo besa. Lo besa con cierta violencia. Así a veces es la memoria, un lugar en el que si llegás hasta el fondo, parece una rubia que te tira contra sus paredes y te besa con violencia.
Friday, June 13, 2008
caracoles
Caracoles de espuma, de arena, rotos
caracoles, en el hambre,
en el cuello de tu cama
en el ruedo de la funda de mi almohada
en el tiempo en que se funde
el amor en la mirada, en un segundo,
en el fuego de un avión cuando se cae.
Caracoles en los mensajes de texto de madrugada
en la heladera que aun llena se ve hambreada,
en la sed de mi ventana, en el día de volver.
Caracoles en la panza de los gatos,
en el rio que me moja entre las sábanas
en las redes, en las palmas
en el niño que tienta con volver.
Mar
Quizá porque mi niñez
sigue jugando en tu playa,
y escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya,
y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas.
Yo,
que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno,
que han vertido en ti cien pueblos
de Algeciras a Estambul,
para que pintes de azul
sus largas noches de invierno.
A fuerza de desventuras,
tu alma es profunda y oscura.
A tus atardeceres rojos
se acostumbraron mis ojos
como el recodo al camino...
Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
Tengo alma de marinero...
¿Qué le voy a hacer, si yo
nací en el Mediterráneo?
Y te acercas, y te vas
después de besar mi aldea.
Jugando con la marea
te vas, pensando en volver.
Eres como una mujer
perfumadita de brea
que se añora y que se quiere
que se conoce y se teme.
Ay...
si un día para mi mal
viene a buscarme la parca.
Empujad al mar mi barca
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.
Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo...
En la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.
Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista...
Cerca del mar. Porque yo
nací en el Mediterráneo...
Tuesday, June 10, 2008
no fueron los ojos, el oro ni el tedio
la sed en la cara
tampoco mi mal
no fue por la pesca del día
la piedra en el cielo
ni el whisky sin hielo
tampoco mi mal
no fueron los pájaros negros
el miedo en el suelo
mi frío, mi creo
tampoco mi mal
no fue por el viento en la cara
el espejo en la palma
tampoco mi mal
no fueron los que nunca vinieron
la nube en el hambre
el río, deseo
tampoco mi mal
Thursday, June 05, 2008
felicidad

es un supermercado un rato un avión
es un guiso con panceta un primer beso un error
es un chango lleno de quesos una samba un adiós
es un reloj a cuerda una almohada nueva un roedor
es un traje azul eléctrico un escondite un avión
es “un dia de domingo” un carnaval un amor
es una estrella un faro un cross
es un supermercado un rato un avión
Tuesday, June 03, 2008
oro

La hierba roja frotándole los pies al desertor. Espuma, espuma, espuma… todos los días en otoño y en Pekín. Y en el Marais. Miasma y pantano. La antigua tierra, hoy entre puentes de piedra y acero. Embarrado de plumas con un falafel y el amor entre las manos, cruzo de un lado al otro. Voy y vuelvo. Los ojos de oro y mi cuerpo doblado como una servilleta de papel. Mis ojos de oro y mi cuerpo flameando como una vela de papel. Yo arrancacorazones. Yo caballero. Yo desertor. Yo rojo. Yo hormiga. Yo lobo – hombre. Yo feo. Yo canto,
…Je bois systématiquement
pour oublier…