Sunday, November 30, 2008

escenario

La cara de la niña, mi memoria, en el último estante, a la espalda de mi boca cuando besa. A veces a quien besa es a mí. En los tobillos. A veces me asusta si me despierto, solo de noche. Si me despierto solo, de noche.

El ritual de las tardes, consiste en sentarme en el sillón, y sacar la basura. La palpo entre los dedos. Grasosa, transparente con el sol de la mañana, temblorosa, tibia. La basura es la que hace crecer el árbol.

Una vez le disparé a un ave. A un ñandú. El tiro le dio en la cabeza, y el cuello se le sacudió, contorsionándose en el aire, eléctrico y pesado. Leve y macizo. El animal cayó de costado y se quedó temblando en el pasto. Cuando llegué hasta él me quedé mirándolo hasta que murió. Cuando veo esos pájaros embalsamados, recuerdo ese disparo. Los pájaros que uno mata quedan embalsamados a nuestras espaldas.

Creo que era un globo terráqueo que alguien dejó posado sobre los libros más grandes de la biblioteca. Un globo desdibujado. Cuando marco un recorrido en ese mapa, siempre siento que caigo, cuando marco un recorrido en ese mapa, no es claro de donde vengo ni a dónde voy. Así son los viajes cuando uno realmente parte, un descenso, algo incierto.

1 comment:

Mayra Gallucci said...

"a la espalda de mi boca cuando besa"
inmediato botón derecho copiar-pegar en mi archivo de "poesías de otros"
hermoso Marto.