Haciendo fila para entrar a un país,
la máquina de escribir tipea en mi cabeza
allí donde solo hay aire, cielo, kilómetros cuadrados
de un continente atravesado a 10000 pies.
El fuselaje de mi cuerpo aéreo
Entra con lo justo bajo las arcadas de mi sueño.
Tras este aterrizaje, todo de repente parece en orden:
hay un país esperando, tengo el destino escrito en un papel
defino mi ocupación en ocho letras, el guardián de la ley me sonríe
y yo recuerdo que Kafka ya habló de algo así.
Con el pasaporte sellado
entro caminando en el país de mis sueños
sonriendo, el super yo mirando a todos a la cara
y muchas ganas de matar.
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