Sunday, July 05, 2009

Séptima clase – amarinar


La virada hace caer platos, ollas y cubiertos en la cabina.

Esteban baja y en su explicación a futuro, dice: “siempre antes de la maniobra hay que amarinar bien todo”

El diccionario explica: “Trabajo que realiza una tripulación para poner en condiciones de navegación un buque abandonado. En general, dejar un buque listo para hacerse a la mar. Atar o colocar en firme los objetos de un barco para evitar que caigan por el movimiento de la embarcación”

Aunque la tercera acepción sea la correcta en este caso, la verdadera lección,
no es sino la primera, la forma en que esta palabra guarda su significado más bello.

Una tripulación, que no son más que los que se suben a un mismo barco, trabajando, en conjunto, para que vuelva a ser útil, para que recupere su forma algo que otros han abandonado.

Luego la discusión gira alrededor de por qué no se hacen más barcos de madera. “Porque son más baratos, porque nacen ya descartables, porque la que determina los materiales y los diseños siempre es la competición”, dice el Capitán.

Aunque Matilde, el Cadete de 1950 en que cruzamos en Río de la Plata haya sido un barco de competición, es ya abandonado para las carreras en que muestra su belleza, el diseño intuitivo y escultural de su casco, la aerodinámica de su cubierta.

Mientras a los nuevos veleros, erguidos sobre el agua, las olas los golpean como Alí, y solo los sostiene su vida efímera y su cuerpo de atleta juvenil, al cadete las olas lo pasan por arriba, limpiándole la mugre, el tiempo, las marcas del trabajo de los hombres.

Solo hay que amarinar todo para que el agua no se lleve también las palabras, las herramientas, las fuerzas y los deseos de la tripulación.

1 comment:

Esteban said...

muy bueno amigo!
ya amarinaremos el barco para viajes mas largos.

salud!