Wednesday, July 12, 2006

Tiburones

Si los tiburones fueran personas –preguntó la niña al señor K-, ¿se portarían mejor con los pececillos? Claro –dijo él-, si fueran personas harían construir en el mar unas cajas enormes para los pececillos, con toda clase de alimentos en su interior, y se encargarían de que las cajas siempre tuvieran agua fresca y adoptarían toda clase de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececillo se lastimara una aleta, le pondrían inmediatamente un vendaje, de modo que el pececillo no muriera antes de tiempo. Naturalmente, habría escuelas. En ellas los pececillos aprenderían a nadar hacia las fauces de los tiburones, se les enseñaría que para un pececillo lo más grande y lo más bello es entregarse con alegría a los tiburones. Si los tiburones fueran personas también cultivarían el arte, caro está. Pintarían hermosas cuadros, de bellos colores, de las dentaduras del tiburón. Tampoco faltaría la religión. Ella enseñaría que la verdadera vida del pececillo comienza en el vientre de los tiburones. Y si los tiburones fueran personas, los pececillos dejarían de ser, como lo han sido hasta ahora todos iguales. Algunos obtendrían cargos y serían colocados por encima de otros. Se permitiría que los mayores se comieran a los más pequeños. Eso sería en verdad provechoso para los tiburones, puesto que entonces tendrían más a menudo bocados más grandes y apetitosos que engullir. En pocas palabras, si los tiburones fueran personas, en el mar no habría más que cultura.

Extracto de “Historias del señor Keutner”, de Bertolt Brecht, aparecido en la contrapa de La Nación

1 comment:

Anonymous said...

Veo que en estos días te has inspirado... y a esto de Brecht digo... ¡Viva la anarquía! ¡Viva el ateísmo!